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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 331:Aislado (2)

Capítulo de novela - 150 párrafos

—Eso es. No se quedará de brazos cruzados mientras piense que soy el culpable.

—Incluso cuando tuvimos un problema con el Imperio del Este, todos querían retroceder, pero al final recibimos una disculpa del Gran Duque Lilteang porque el viejo Duque no se echó atrás.

—Oh, me gustaba mucho el viejo Duque en aquel entonces. Especialmente cuando rugió, '¿Acaso creen que porque nuestro país es pequeño, nuestro orgullo también lo es…?’

Heinley, que suspiró y sacudió la cabeza, pronto sonrió y habló con naturalidad.

—De todos modos, ya que hemos llegado a esto, debemos aprovechar su feroz temperamento que solo mira hacia adelante y ataca.

—¿Qué quiere decir?

—Es necesario hacer que se enfurezca aún más para que se vuelva abiertamente hostil hacia mí, hasta el punto de que sus colaboradores cercanos piensen, '¿No es peligroso estar de su lado?'.

Formar parte del Imperio Occidental estaba por encima de ser un colaborador cercano del viejo Duque Zemensia.

—¿Por qué no culparlo de algún crimen?

—Tenemos que dejar que todos lo vean enloquecer con sus propios ojos. Mejor no intervenir directamente, McKenna.

Heinley entregó tranquilamente el testamento de Christa a McKenna.

—El viejo Duque Zemensia intentó desacreditarme para aislarme entre los nobles. Así que, a cambio, haré que parezca que se ha vuelto loco para aislarlo entre los nobles.

—Entiendo... pero ¿Por qué me da el testamento?

—Envíalo al viejo Duque. Ofrécele mis más sinceras condolencias.

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Nunca pensé que Christa se suicidaría.

La inesperada noticia parecía haber conmocionado a todos. Me senté en el sofá de mi habitación y miré la maceta junto a la ventana. Era la maceta que Christa me había enviado.

Traté de no pensar demasiado en ello, este tipo de noticias no son buenas durante el embarazo...

Sin embargo, seguía viniendo a mi mente.

Aunque, por supuesto, no me gustaba Christa, no me alegraba saber que había muerto. Habría preferido que permaneciera sana en Compshire, llena de resentimiento.

Sacudí la cabeza rápidamente para alejar esos pensamientos. En lugar de quedarme sentada, caminé por la habitación y salí al salón.

Afortunadamente, funcionó. Al entrar en el salón, un nuevo problema vino a mi mente.

El problema era la cuna enviada por la Familia Ketron.

Una cuna de la más alta calidad que me colocaba en una posición difícil.

La cuna en sí era magnífica, pero como fue enviada por el Marqués Ketron, quien siempre había sido hostil, había opiniones divididas sobre qué hacer.

De hecho, el salón estaba lleno de regalos para el bebé que los nobles enviaban todos los días.

En ese momento, llamaron a la puerta del salón y un caballero me informó de la llegada del Gran Duque Kapmen.

¿Sería por la lección de maná? Heinley había interrumpido extrañamente nuestra clase.

—Su Majestad.

Parece que no era el caso.

Al entrar, el Gran Duque Kapmen parecía menos calmado de lo habitual. Su voz también era fuerte.

—¿Qué sucede?

—Tengo algo que informar sobre los equipos de comercio.

Esto me puso nerviosa. La vez anterior que vino a verme de esta manera fue para decirme que un equipo había sido detenido en Whitemond.

Lo miré con preocupación. ¿Qué había pasado esta vez?

Sin embargo, lo que apareció en los labios del Gran Duque Kapmen fue una brillante sonrisa.

—¡Recibí un mensaje de uno de los equipos de comercio de prueba!

—¿Un mensaje...?

—¡Salió todo genial! ¡El viaje fue un éxito!

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Rashta consideraba al Vizconde Roteschu y a la Familia Isqua como sanguijuelas que absorbían su dinero.

La situación se volvió aún más complicada ahora que su verdadero padre se había unido a ellos.

—¿Quiere dinero otra vez?

—Sí, no goza de buena salud y necesita dinero para cubrir gastos médicos...

Rashta se llevó ambas manos a la cabeza.

La doncella, a quien Rashta había enviado a hacer recados para su verdadero padre, bajó la mirada como si lamentara sus palabras.

Sin embargo, en realidad, la doncella no se lamentaba en absoluto.

El verdadero padre de Rashta se había vuelto aún más codicioso cuando se trataba de sacarle dinero, pero era bastante generoso con las personas a su alrededor.

Esta doncella estaba entre esas personas.

—¡Estaba bien de salud hace unos días! ¿Qué clase de gastos médicos tiene ahora?

—No lo sé. Solo transmito su mensaje.

Finalmente, Rashta sacó algunas joyas de su joyero y se las entregó a la doncella.

Una vez que la doncella se fue, Rashta se desplomó sobre la cama y rodó de un lado a otro. Creía que no había una sola persona que la amara. ¡Ni una sola!

No. Tengo al Duque Elgy.

Justo entonces, el Vizconde Isqua y la Vizcondesa Isqua vinieron a visitarla.

¿Vendrán a pedirme más dinero? Rashta estaba inquieta, pero la pareja no parecía estar allí por dinero esta vez.

—¿Es cierto que Su Majestad no quiere dejarte ver a la princesa?

—¡Es la madre, ¿Cómo puede no dejarte ver al bebé?!

—¿No era la Vizcondesa Verdi tu dama de compañía? ¿Por qué esa dama de compañía se convirtió de repente en la niñera de la Princesa?

Al ver a la pareja preocupada por ella, Rashta rompió a llorar.

Hacía mucho tiempo que nadie la consolaba, y cuando alguien finalmente se puso de su lado, las lágrimas brotaron como si una presa se hubiera roto.

Después de llorar largo rato, Rashta sollozó y susurró,

—Todo es por culpa de la futura concubina, Evely.

—¿Evely? ¿Qué tiene que ver esa chica?

—¿Qué te hizo?

—No hizo nada directamente. Pero si no fuera por esa chica, Su Majestad no tendría razón para darle la espalda de repente a Rashta.

—Eso es cierto. Una persona enamorada se vuelve ciega.

Rashta lloró aún más en los brazos de la Vizcondesa, y levantó ligeramente la mirada para observar sus expresiones.

El Vizconde y la Vizcondesa Verdi hablaron de lo común que era Evely. Lejos de considerar que pudiera ser su verdadera hija, sus rostros mostraban enojo y rechazo.

Eso es un alivio.

Rashta se sintió mejor. No parecía haber una atracción instintiva a través de lazos de sangre ni nada parecido.

Pero no podía confiarse.

Así como el Vizconde Roteschu había descubierto algo sobre Evely, ellos también podrían hacerlo.

Aunque ahora estaban embriagados por la gloria de ser —los padres de la Emperatriz—, completamente inmersos en la alta sociedad, nunca se sabe cuánto tiempo durará.

—No me gusta que esa chica se quede en el palacio imperial.

Dicho esto, Rashta sacó un pañuelo y se secó los ojos.

Ellos odiaban tanto a Evely que no se lanzarían repentinamente a realizar una prueba de paternidad.

Sin embargo, prefería enviar a Evely lejos como precaución. Mandarla a un lugar donde ninguno de los dos pudiera encontrarla.

El escenario no sería bueno si ella tomaba la iniciativa de echar a Evely. Mucho menos si la situación se descontrolaba y se descubría que Evely era su verdadera hija.

Así que era necesario que el Vizconde y la Vizcondesa Isqua la echaran por sí mismos, en un arranque de “amor extremo”.

—No te preocupes, Rashta. Parece que la chica no es una maga competente. Ni hablar, tú eres la más hermosa. Tarde o temprano, Su Majestad perderá el interés en esa maga.

—Eso es, solo siente un poco de curiosidad porque es una maga.

Después de que se fueron, Rashta soltó un profundo suspiro, volvió a la cama y se acostó boca abajo.

Una vez calmada, recordó que había otro asunto urgente que atender además de Evely.

Rashta abrió el calendario para ver cuánto tiempo le quedaba del plazo de un año que Sovieshu le había prometido.

Sí, un plazo. Era una Emperatriz temporal. En el tiempo que le quedaba, tenía que recuperar el corazón de Sovieshu y recuperar a su bebé.

De lo contrario, nunca volvería a ver a su hija.

—¡Arian!

—Sí, Su Majestad.

—Consigue un bebé prestado.

—Sí, un bebé. Consigue un bebé del mismo tamaño que la hija de Rashta. Te daré dinero, solo pide que lo presten seis horas al día.

—Puedes decir que la Princesa necesita un amigo de su edad.

Arian estaba confundida, pero asintió y se marchó.

Rashta entonces exhaló con fuerza.

Solo tengo que practicar cómo sostener un bebé. Entonces podré sostener a Glorym en mis brazos sin dejarla caer. Un osito de peluche no es como un bebé.

Rashta se dio golpecitos en las mejillas y se sacudió los hombros.

No importa cuán difícil sea la situación, Rashta siempre sale adelante. Esta vez también tiene que lograrlo.

Tenía que encontrar una manera de lidiar con Evely, recuperar a su hija, recuperar el corazón de Sovieshu, manejar a su verdadero padre y encargarse del periodista.

El periodista estaba recibiendo tanta atención que era difícil enfrentarlo ahora, pero tenía que haber una manera. Eso era seguro.

Justo entonces...

—Su Majestad.

Arian, que había salido, regresó y le informó.

—Un joven llamado Alan quiere ver a Su Majestad.

—¡¿Quién?!

—Alan Rimwell.

Rashta se puso de pie de un salto y casi gritó, '¿Se ha vuelto loco?' Sin embargo, las siguientes palabras de Arian ahogaron el grito.

—Trae a un niño.

—¿Un niño?

Al principio, estaba tan atónita que no pudo hablar.

Tuvo un fuerte impulso de ordenar que lo echaran inmediatamente. Pero Rashta pronto cambió de opinión. Pensándolo bien, podría ser algo bueno. Necesitaba un bebé para practicar. ¿No era ese el niño que le había causado trauma?

Su primer hijo se parecía mucho a la princesa, así que ¿No sería mejor practicar con este niño?

—Está bien. Déjalo pasar.

—Sí, Su Majestad.

Momentos después, Alan apareció con un pequeño niño en brazos, cuyo rostro estaba prácticamente oculto por mantas y un gran sombrero.

Rashta cerró la puerta del salón tras ordenar que nadie entrara, y miró despectivamente a Alan.

Lo dejó entrar porque pensó que podría serle útil por traer al niño, pero no pudo soportarlo al verlo.

—Qué descaro. ¿Por qué vino aquí?

—Rashta...

—¿Es Rashta su amiga? Llámeme Su Majestad.

—Tenía un asunto que atender en el Palacio Imperial, así que decidí aprovechar para que pudiera ver a su hijo...

—¿Qué asunto?

—Nada importante...

Alan habló vacilante. Rashta entonces lo miró de nuevo con desprecio y extendió las manos.

—Hmm... está bien.

Alan retiró nerviosamente el sombrero y le entregó su hijo a Rashta.

Rashta sostuvo al bebé con ambas manos y miró su rostro. Aunque ya lo sabía, se sintió extraña al ver un rostro tan parecido al de la Princesa. Pero debido a la diferencia de edad, su primer hijo tenía rasgos más definidos.

—¿Cómo se llama?

—Ahn. Se llama Ahn.

—Qué mal gusto.

Rashta, que habló fríamente, volvió a centrar su atención en el rostro del pequeño niño.

Por alguna razón, sintió un pequeño cosquilleo en el corazón. El sudor frío corría por su espalda y sus brazos estaban tensos.

Alan, al ver su expresión conmovida, abrió la boca.

—En realidad vine a decirte algo, Rashta.

—Le dije que no me llame así.

—Rashta. Ahn también es tu hijo.

—Para usted, soy Su Majestad.

—Ahn es el primer hijo de la Emperatriz. El primer hijo de la Emperatriz del Imperio del Este.

Rashta, que frunció el ceño ante la falta de modales de Alan, de repente recompuso su expresión al presentir algo malo.

—¿Cómo podría ser mi hijo? Es suyo.

—Ahn también es tu hijo. Rashta, mi Ahn también es hijo de la Emperatriz, ¿No es demasiado miserable que viva como un hijo ilegítimo?

—¿De qué está hablando?

—¿No merece al menos ser tratado como un casi-príncipe?

Rashta miró a Alan con los ojos muy abiertos.

Alan sonrió ampliamente con una expresión esperanzada, como si estuviera soñando.

—En el pasado... eras una esclava sin oportunidad de ayudar a tu hijo, pero ya no es así. Así que no hay necesidad de esconderlo, ¿Verdad? Sería miserable que Ahn viviera como un bastardo mientras su hermanita vive como una Princesa.

Los ojos de Rashta se tiñeron de miedo.

Traducido por: Valiz

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