La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 349:Regalo (2)

El día antes del cumpleaños de Heinley cambié de opinión sobre el regalo. Opté por seleccionar diferentes tipos de regalos y dejar la elección final a Heinley. Separaría cada regalo en una caja y le pediría que eligiera uno al azar.

Por supuesto, le diría a Heinley de antemano que, cada regalo fue preparado teniendo en cuenta la opinión de las personas cercanas a mí.

De esta forma, Heinley lo vería como un juego divertido. Incluso si elegía la ropa interior sexy, no parecería que lo puse con un motivo oculto.

Una vez que tomé la decisión, realmente disfruté hacerlo todo. Esperaba con ansias el día siguiente.

Sin embargo, Heinley me dijo por la noche,

—Reina, hay algo especial que quiero como regalo.

Para ser honesta, me decepcioné. Había preparado todo cuidadosamente, pero ahora había algo especial que quería. Traté de ocultar mi decepción mientras le preguntaba,

—¿Qué es? ¿Tengo tiempo para conseguirlo?

—Dímelo.

¿Qué es lo que quería exactamente? Cuando le pedí que me lo dijera, Heinley guardó silencio, dudando.

—¿Heinley? ¿Qué quieres?

¿Notó mi decepción? ¿Es por eso que Heinley está así? Estaba preocupada, así que volví a poner la mejor cara y le pregunté con voz suave,

—Puedes pedirme lo que quieras. Es tu cumpleaños.

Heinley me miró fijamente mientras decía:

—¿Estás segura de que no importa lo que pida?

No creo que de repente me diga: —Quiero apoderarme del Imperio Oriental.

Asentí con una sonrisa y acaricié su rostro. Heinley finalmente confesó aliviado,

—La joya que el Emperador Sovieshu te envió. ¿Puedo quedármela?

No esperaba que quisiera eso en absoluto.

No pude decir nada durante unos quince segundos. Estaba realmente desconcertada. ¿Por qué eso?

—¿...te refieres a la lágrima de hada?

Poco después, le pregunté porque pensé que había oído mal. Pero no era el caso.

—Sí. Es una joya que siempre he querido.

Puede que sea porque es una joya muy reconocida…

Cuando lo miré curiosa, Heinley sonrió incómodo.

—La joya no tiene la culpa, Reina.

Sabía que le gustaban las joyas, pero no tanto.

Por un momento, no supe qué decir. Estaba confundida sobre si era correcto darle el precioso regalo que mi exesposo me envió a mi actual esposo.

Pero, pensándolo bien, no era inapropiado. Sovieshu había querido darle mi anillo a Rashta, aunque al final no pudo.

—Está bien. Puedes quedártela.

Pensarlo me trajo malos recuerdos, así que no me opuse.

Sin embargo, no tenía idea de para qué quería Heinley esa joya.

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El día de su cumpleaños fue ajetreado desde el amanecer.

Carrozas de varios tamaños entraban una tras otra al palacio imperial. En el lugar donde se estacionaban las carrozas, los cochineros conversaban alegremente mientras los sirvientes sacaban las cargas.

La bulliciosa atmósfera alcanzó su punto máximo al caer la noche, cuando comenzó la fiesta.

Sin embargo, no todos reían y charlaban alegremente. A primera vista, algunas personas tenían un rostro particularmente tenso.

Entre ellas, los más evidentes eran la delegación de Whitemond, el hijo del viejo Duque Zemensia junto con su nuera, y el Conde Pirnu, secretario de Sovieshu.

¿Por qué invitó de repente a la familia Zemensia, con la excepción del viejo Duque Zemensia? ¿Por qué invitó a Whitemond, a pesar de la tensa relación entre los dos países?

Heinley realmente no podía ser detenido.

Además, ¿Por qué llevaba la 'lágrima de hada' que Sovieshu me envió como collar?

Si su intención era que uno de los miembros de la delegación del Imperio Oriental reconociera la 'lágrima de hada', había tenido éxito. El Conde Pirnu tenía una expresión muy sombría y desagradable.

Heinley sonreía más de lo usual cada vez que sus ojos se encontraban con los míos, ignorando las miradas intensas. Aún así, debían de haber nubes oscuras detrás de esa cara radiante.

Después de un rato, el embajador especial de la delegación de Whitemond se acercó a mí.

—Embajador Klein.

Tan pronto como fingí reconocerlo, me saludó educadamente.

Miré disimuladamente a Heinley. El asunto de Whitemond debía manejarse con cuidado, así que prefería que Heinley estuviera a mi lado para hablar con el embajador especial.

Pero Heinley se acercó al Gran Duque Lilteang, quizás no notó que el embajador de Whitemond se acercaba a mí.

Desafortunadamente, sería descortés llamarlo a mi lado mientras estaba en medio de una conversación con otra persona.

Al final, decidí tratar con el embajador especial de Whitemond por mi cuenta, lo saludé con voz tranquila y mostré la espléndida sonrisa de una Emperatriz.

—Antes no pude expresar mi agradecimiento adecuadamente. Aprecio que haya venido aquí por Su Majestad Heinley. Los regalos de Whitemond también fueron muy pensados y bonitos.

—Es un honor saber que nuestros regalos fueron bien recibidos por la Familia Imperial, Su Majestad.

—¿Qué tal la fiesta? ¿Se está divirtiendo?

—Aunque las fiestas de cumpleaños de la alta sociedad son similares en Whitemond, siempre me sorprenden las diferencias culturales. Especialmente este salón, está decorado con tantas joyas que me ciega los ojos. Es muy glamoroso.

Esta decoración extravagante no formaba parte de la cultura del Imperio Occidental, sino del gusto de Heinley… aún así, asentí con una sonrisa.

Después de intercambiar algunas palabras, el embajador de Whitemond finalmente sacó el verdadero tema.

—Su Majestad, como sabe, nuestros dos países que siempre han presumido de una alianza sólida, ahora tienen diferencias serias.

—Sí, no esperaba el repentino arresto del equipo comercial por parte de Whitemond.

Cuando señalé que Whitemond había iniciado el conflicto, mientras el embajador especial intentaba culpar a ambas partes, su expresión se puso rígida.

—Por supuesto… es nuestra culpa.

Pero pronto soltó un profundo suspiro y confesó.

—Como también sabe, el rey de Whitemond visitó personalmente a Su Majestad Heinley para buscar una reconciliación entre los dos países después de ese incidente. Sin embargo, Su Majestad Heinley aún no ha respondido a la reconciliación y sigue enviando tropas cerca de la frontera, así que todo el país está asustado.

No sabía que Heinley estaba enviando tropas cerca de la frontera con Whitemond. ¿Es eso algún tipo de amenaza?

El embajador especial confesó impotente con las manos juntas.

—Whitemond definitivamente no desea la guerra, Su Majestad. Solo espera que el Imperio Occidental, que solo se volverá más poderoso en el futuro, no menosprecie a Whitemond.

—Entonces, ¿Por qué arrestaron al equipo comercial?

—Su Majestad nunca ha vivido en un país pequeño, por lo que tal vez no entienda nuestra posición. Cualquier movimiento de un país poderoso nos asusta, por eso reaccionamos así.

—Su Majestad, por favor medie entre el Emperador Heinley y Whitemond. La reputación de Su Majestad Navier es bien conocida. Estamos seguros de que podrá convencer al Emperador Heinley. Por favor, tenga misericordia del pueblo de Whitemond, si estalla una guerra habrá innumerables muertos y heridos.

Después de que el embajador especial terminó, me extendió un sobre.

—Y este es un regalo.

—¿No envió ya Whitemond los regalos?

—Estos son regalos para Su Majestad Heinley. Este es un regalo por no poder asistir al banquete debido a su embarazo. Es un regalo para el bebé no nacido.

Cuando revisé el contenido, había dos dibujos. Uno de un barco de guerra y otro de un barco mercante. Así como dos documentos en los que se indicaba el derecho sobre esos barcos.

Cuando lo miré sorprendida, el embajador especial dijo rápidamente:

—Hemos preparado un barco de guerra y un barco mercante que se parecen exactamente a los de los dibujos. Estoy seguro de que al bebé le gustarán.

Prepararon el regalo con toda seriedad. ¿Creen que puedo ejercer tanta influencia sobre Heinley?

Traducido por: Valiz

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