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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 384:Voluntad (1)

Capítulo de novela - 58 párrafos

Heinley y yo acordamos viajar juntos al Imperio del Este, y comenzamos los preparativos.

Mis padres también querían venir porque habían estado lejos de casa por mucho tiempo. Decidieron no asistir al juicio, sino ir a su finca.

Mis padres también podían testificar contra Rashta en el Alto Tribunal, ya que ella había contratado a un asesino para acabar con sus vidas. Un crimen grave. Sin embargo, era difícil hacer esto público en el Alto Tribunal, ya que un informante secreto de Heinley había descubierto el complot de Rashta.

Heinley les dijo a mis padres que podía hacer que su informante secreto testificara si así lo deseaban, pero mis padres le estrecharon la mano con cariño.

—No se preocupe. Una vez que Rashta sea depuesta, no podrá hacernos daño.

—El caso de la Princesa falsa es suficiente para que la depongan, sería en vano mencionar este caso. No nos beneficia en nada.

—No sería bueno revelar que hay informantes del Imperio del Oeste ocultos en el Imperio del Este. Así que es mejor dejarlo pasar, Su Majestad.

A pesar de esto, mis padres parecían realmente felices de que Heinley fuera tan considerado. Yo también…

Poco después, partimos hacia el Imperio del Este. En el camino, Heinley cabalgó hasta la carroza en la que iba con mis damas de compañía y preguntó por la ventana.

—Mi Reina. ¿Cuántos puntos cree que tengo ahora con sus padres?

Hubiera preferido que no me preguntara eso delante de otras personas.

—¿Por qué no se los preguntas tú mismo?

—Cierto, no puedo confiar en ti.

—¿No puedes confiar en mí?

—Desde que Mi Reina me dio una palmada en el trasero sin mi consentimiento, he perdido la confianza.

—Heinley, tu voz.

—Sé que te gusta mi voz.

Quería decirle que bajara la voz. Pero antes de que pudiera hablar de nuevo, Heinley susurró dulcemente:

Es un… ¡Zorro! No, es una mezcla entre un perro zorro y un pájaro zorro. Sí, es un pájaro perro zorro. ¿Eso último es demasiado ofensivo?

Heinley no podía leer mis pensamientos ofensivos, así que sonrió inocentemente cuando nuestras miradas se encontraron. Asomó la cabeza por la pequeña ventana de la carroza para darme un beso. Luego se enderezó sobre el caballo y fingió no haber hecho nada.

Era tan lindo como travieso, así que extendí la mano para pellizcarle el muslo. Heinley se rió y me sujetó la mano.

—Mi Reina, ¿Recuerdas este camino?

—¿Cómo podría olvidarlo?

—Aquella vez cabalgamos para llegar al Imperio del Oeste. A veces lo recuerdo. Nunca lo olvidaré.

Yo tampoco lo olvidaré…

Sin embargo, si estaba de acuerdo con él, Heinley podría preguntar si era porque me abrazó con fuerza mientras cabalgábamos juntos. Claro que fue memorable, pero deliberadamente cambié el enfoque de la conversación.

—En mi caso, lo que recordaré para siempre es cómo tuve que esconderme en el espacio secreto dentro del asiento de la carroza, encogida incómodamente.

Eso era cierto.

Heinley dijo riendo:

—Por supuesto que también recordaré eso el resto de mi vida.

Luego se rió más fuerte.

Después de mirar por la ventana un rato, la cerré y volví mi atención al interior de la carroza.

Si dejaba la ventana abierta, Heinley solo se concentraría en mí en vez de mirar el camino.

Las palabras de Heinley me hicieron recordar vívidamente aquel día. Nuestra huida fue difícil y temí que nos atraparan, pero estaba llena de esperanza.

Heinley me rodeó con los brazos amorosamente y nos movimos juntos en una misma dirección, nuestros cuerpos apretados uno contra el otro.

Aunque no quisiera volver a pasar por algo así, Heinley fue sin duda la luz en mi oscuro pasado. Ahora podía mirar atrás a los momentos difíciles con una sonrisa.

—Mi Reina. Mi Reina. ¡Se me acaba de ocurrir una idea excelente!

Incapaz de contenerse, Heinley volvió a tocar la ventana de la carroza.

Tan pronto como abrí la ventana, Heinley emparejó el paso de su caballo con el de la carroza y habló con entusiasmo.

—Mi Reina, ¿Qué te parece si cabalgamos juntos cuando nuestro bebé haya crecido un poco?

—Suena divertido.

—Nuestro hijo montará un potrillo y McKenna lo cuidará, mientras nosotros dos cabalgamos juntos por la pradera. ¿No crees que le gustaría?

¿Pero a McKenna también le gustará?

McKenna, que cabalgaba al lado de Heinley, no parecía nada contento. Cuando los ojos de McKenna se posaron en mí, retiré la cabeza y cerré la ventana. Unos cinco segundos después, escuché a McKenna quejarse con Heinley.

Una sonrisa apareció naturalmente en mi rostro. ¿Cómo podía ser esto tan divertido?

Laura, que estaba sentada frente a mí, murmuró:

—Nunca me han interesado los hombres, Su Majestad. Pero cuando la veo con Su Majestad Heinley, siento que también me gustaría casarme.

—¿De verdad?

—Entonces, ¿La señorita Laura piensa comprometerse pronto?

Otra dama de compañía intervino y miré a Laura. Su familia no quería que se casara por motivos políticos tan pronto. Incluso la misma Laura no estaba interesada en relaciones románticas.

Pero si Laura lo deseaba, había muchos jóvenes nobles de familias respetables dispuestos a casarse con ella. Cuando se mencionó el tema del compromiso, Laura reflexionó seriamente por un momento y luego negó con la cabeza.

—No, no es eso.

—¿No dijiste hace un momento que te gustaría casarte?

—Estaría bien si fuera un hombre como Su Majestad Heinley, pero si por mala suerte me toca un hombre como el esposo de la Condesa Jubel o Su Majestad Sovieshu... Ay, ¿Por qué me pellizcas?

Traducido por: Valiz

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