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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 420:Entusiasta (1)

Capítulo de novela - 114 párrafos

—¿Sovieshu? ¿Aquí?

El ánimo de Heinley se desplomó al instante. Fue como si un día soleado y brillante se volviera gris y lúgubre en cuestión de segundos. Su expresión era tan mala que parecía grabada de forma permanente en su apuesto rostro.

Aunque no dijo nada, podía ver lo molesto que estaba con la situación.

No quería verlo decaído, así que acaricié su rostro para tratar de consolarlo. Solo entonces su humor y expresión mejoraron un poco. Apoyó la mejilla en mi palma y suspiró.

—No sé por qué tiene que venir aquí a recuperarse. Su país es más grande y tiene muchas villas agradables.

Le di unas palmaditas en el hombro sin decir una palabra. ¿Qué podía decir que lo consolara en un momento como este?

—Maldición…

Murmuró por lo bajo.

Sovieshu había enviado a Evely para tratar al Gran Duque Kapmen y a mí tan solo unas semanas antes, aunque no tenía obligación de hacerlo. Ahora que pedía quedarse aquí dos semanas, era difícil negarse debido a la ayuda que habíamos recibido. Además, no sería apropiado no dejarlo venir, dado su estatus.

Heinley sabía todo esto, por eso suspiró con impotencia.

—¿Será que el Emperador Sovieshu todavía siente algo por ti? Estoy nervioso, mi Reina.

—Yo amo a mi esposo, Heinley. Y ese eres tú.

—Aun así…

Heinley mordió sus labios, bajó la mirada y, poco después, en un parpadeo, se transformó en 'Queen'. Saltó sobre mi regazo y me abrazó con sus alas.

—Heinley.

Cuando lo abracé con fuerza, su cuerpo temblaba.

—Heinley.

—No sería prudente rechazarlo, pero podemos pedir prestado un grupo de magos a cambio.

—Si pedimos magos con habilidades relacionadas con la tierra, al menos podríamos construir una presa temporal.

Heinley asintió sombríamente en medio de su tristeza, quizá él también había pensado en los magos. Le acaricié la cabecita y lo mimé.

No debía estar nervioso.

Bueno, si nuestros papeles se invirtieran, yo también estaría nerviosa. De hecho, incluso estaría enojada si la exesposa de Heinley viniera aquí a 'recuperarse'.

Era inevitable que Heinley se sintiera así. Todo lo que podía hacer era tratar de tranquilizarlo.

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—Su Majestad es bienvenido a quedarse en el Imperio Occidental durante su recuperación. Debido al aire fresco y a los hermosos paisajes, nuestro país es un destino fantástico para relajarse, así que sin duda le será beneficioso. De hecho, debería quedarse más de dos semanas. Pensándolo bien, puede que eso sea imposible debido a su apretada agenda.

—Necesitamos construir una presa temporal con urgencia, por lo que agradeceríamos que Su Majestad nos ayudara proporcionándonos magos con habilidades relacionadas con la tierra, si no es una molestia.

—Esperamos con ansias su visita…

En la oficina del Emperador del Imperio Oriental, la voz del enviado del Emperador Heinley resonaba con claridad.

Sovieshu asintió mientras escuchaba atentamente la carta recitada palabra por palabra. En cuanto el enviado se marchó, Sovieshu murmuró con disgusto.

—El Imperio Occidental es un 'destino fantástico', supongo que con eso quiso decir, '¿Qué necesidad tiene de venir a nuestro país?'. Tampoco quiere que me quede más de dos semanas, esas son palabras vacías. Luego pide prestados magos si 'no es una molestia', pero suena como una amenaza. Está insinuando que mi estancia allí no será agradable si no les presto a los magos, ¿No?

El Marqués Karl tosió y asintió levemente.

—Su Majestad ha interpretado la carta con dureza, pero ciertamente es posible que tenga razón.

Sovieshu resopló.

—¿Qué tiene de fresco el aire en un país lleno de minas? Si realmente quisiera presumir de su país, no sería por sus paisajes.

Sus palabras sonaban algo despectivas hacia el Imperio Occidental, pero honestamente era cierto. En términos de clima, aire y paisajes, el Imperio Oriental era mejor.

Sin embargo, una sonrisa apareció en los labios de Sovieshu incluso mientras se quejaba.

Por fin me reuniré con mi esposa, quien siempre estuvo a mi lado.

A pesar de su lamentable situación, le alegraba saber que pronto vería a Navier.

Sovieshu dobló la carta y se la entregó al Marqués Karl. Luego se levantó de su asiento y caminó hacia la ventana con las manos detrás de la espalda.

El Marqués Karl y el Comandante de los Caballeros, aún traumatizados por su caída por la ventana, se acercaron rápidamente a Sovieshu.

—No voy a saltar, así que aléjense.

—Su Majestad, tampoco tenía intención de saltar en aquella ocasión.

—Usted dijo que estaba ebrio esa vez. Ahora estoy sobrio.

—Perdóneme, Su Majestad. Espero que comprenda que las personas a su alrededor se preocupan por su bienestar.

Sovieshu chasqueó la lengua, pero no les ordenó que se alejaran. En su lugar, murmuró para sí mismo.

—La vista desde esta ventana es tan desconocida como inhóspita porque la persona que mejor me conoce no está aquí.

—Su Majestad…

—Pensé que no había nada más aterrador que Navier blandiendo una almohada, pero ahora sé que estaba equivocado.

—Su Majestad no debió destituirla.

—Lo sé. No pensé que mi propia estupidez fuera lo más aterrador.

Sovieshu apretó los dientes.

—Todo es culpa de los golpes que me dio mi padre en la cabeza. Las secuelas se manifestaron con el tiempo.

—¿O acaso Navier metió duraznos dentro de su almohada para golpearme?

Como el Marqués Karl no respondió, Sovieshu preguntó directamente,

—¿Fue así?

—No, definitivamente no eran duraznos.

—Si no eran duraznos, ¿Con qué me golpeó?

—Dime la verdad. De todos modos ya pasaron seis años.

—Por lo que recuerdo, fue solo…

—¿Solo…?

—En realidad, no lo sé. Lo único que sé es que Su Majestad dejó caer los duraznos y uno golpeó a Navier en la cabeza y le dejó un chichón. Cuando Su Majestad fue a disculparse con ella, terminó con un chichón similar en la frente.

Así que sí metió algo en la almohada…

Sovieshu suspiró con nostalgia mientras miraba al Marqués Karl con la boca entreabierta.

¿De qué sirve hablar de eso? Pasó hace seis años.

Había muchas otras cosas sobre Navier que no recordaba, además del incidente con los duraznos. Ese asunto ya no importaba ahora que tenía que recuperar a su esposa, quien se había convertido en la esposa de otro hombre.

—Marqués Karl.

—Sí, Su Majestad.

—¿Cuánto ha crecido Navier?

—Ha crecido mucho en estos años.

—¿De verdad?

—Se ha convertido en una Emperatriz distinguida.

—Distinguida… huh.

Sovieshu mordió sus labios y respiró hondo para controlar sus emociones. Sabía que no debía reír en esas circunstancias, pero le era imposible imaginar a Navier como una Emperatriz distinguida.

—Lo digo en serio. Tanto Su Majestad como Navier eran admirados por todos durante su tiempo como Emperador y Emperatriz.

—Marqués Karl.

—Sí, Su Majestad.

—Me dijo que por las noches vuelvo a ser mi yo actual, el que aún tiene los recuerdos de los últimos seis años, ¿Cierto?

—Sí, Su Majestad.

—Agárrelo del cuello y dele un puñetazo en la cara.

—¿Qué? ¡Su… Su Majestad!

El Marqués Karl se sobresaltó, pero Sovieshu volvió a mirar por la ventana con tristeza. Al ver el dolor en su rostro, el Marqués recordó la conversación que había tenido con los otros secretarios.

Se trataba de cuándo y cómo contarle a Sovieshu sobre la Princesa Glorym y el embarazo de Navier.

Gracias a las medidas tomadas para mantener las bocas cerradas, muy pocas personas sabían del estado de Sovieshu.

Cuando Sovieshu despertó tras la caída, varios cortesanos presenciaron su pérdida de memoria. Sin embargo, todos fueron informados de que la pérdida era solo temporal y que ya estaba bien.

Como resultado, Sovieshu aún no había oído hablar de la Princesa Glorym ni del embarazo de Navier. Pero como Sovieshu viajaría al Imperio Occidental, era necesario informarle del embarazo de Navier. El asunto de la Princesa Glorym aún podía posponerse.

—Marqués Karl. Parece que quiere decirme algo. Adelante.

Sovieshu habló sin apartar la mirada de la ventana.

¿Se dio cuenta de mi inquietud? pensó el Marqués Karl.

Entonces, confesó.

—Su Majestad, hay algo que debe saber antes de ir al Imperio Occidental.

—¿Quieres que tenga cuidado porque Navier ahora es la esposa de otro hombre?

—Además de eso…

—¿Hay algo más?

—Navier está embarazada.

Sovieshu giró la cabeza. El Marqués Karl desvió la mirada por unos momentos antes de mirar a Sovieshu. Para su sorpresa, Sovieshu no parecía ni enfadado ni desesperado. Incluso había rastros sutiles de satisfacción en su rostro.

—¿Su Majestad?

Cuando el Marqués Karl lo llamó con cautela, confundido, Sovieshu suspiró con pesar antes de que su expresión volviera a la normalidad.

—Ya veo. Navier está embarazada. Entiendo…

Embarazada de otro hombre.

Pensó Sovieshu con el ceño fruncido, pero enseguida se dio la vuelta con una expresión inescrutable que el Marqués Karl no pudo descifrar.

¿Será que Su Majestad sospechaba que Navier era infértil incluso hace seis años?

Reflexionó el Marqués Karl con confusión. Aunque Sovieshu y Navier estaban casados en ese entonces, aún no habían consumado el matrimonio. La reacción de Sovieshu era extraña.

En cualquier caso, se sintió aliviado de que el impacto en Sovieshu fuera menos intenso de lo esperado.

—Su Majestad. Le diré esto por si acaso. Su matrimonio con Navier terminó mal. Navier no sabe sobre su estado actual y, aunque lo supiera, podría tratarlo con frialdad.

Sovieshu respondió con calma.

—Aun así, debo ir.

—Su Majestad…

—Debo ver a Navier.

Sovieshu hizo una breve pausa y luego agregó,

—Por el bien del país.

Traducido por: Valiz

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