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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 423:Hipnotizado (2)

Capítulo de novela - 79 párrafos

Mientras tanto, Heinley estaba desplomado en su silla de escritorio, mientras McKenna y el Canciller trabajaban.

Se había separado del Emperador Sovieshu después de una breve charla de bienvenida, sintiéndose molesto. El mal humor lo había dejado sin energía ni motivación, así que ahora no quería hacer nada.

Afortunadamente, el propio Sovieshu había dicho que no podía hablar mucho porque no se sentía bien, pero…

—Se veía bien.

Sovieshu se veía mucho mejor de lo que Heinley había esperado. Por supuesto, eso no significaba que se hubiera recuperado por completo. Podía parecer bien por fuera gracias a la magia curativa de Evely.

El problema era…

—No sé cómo explicarlo, pero me molestó hablar con él. ¿Qué piensas tú, McKenna?

—Su Majestad siempre se ha sentido molesto al ver al Emperador Sovieshu.

—Cierto. Pero ¿No te pareció especialmente extraño hoy?

—No he pasado suficiente tiempo con el Emperador Sovieshu como para afirmar que estuvo especialmente extraño hoy.

Heinley simplemente asintió. Normalmente habría discutido con McKenna, pero hoy no tenía ánimos para hacerlo.

—Bienvenido al Imperio Occidental.

—Encantado de estar aquí, gracias.

—Le agradezco que nos haya prestado a los magos.

—Me complace ayudar.

Fue una conversación sin importancia, pero…

—Sus ojos tenían una expresión inusual.

—Se veían sinceros y juveniles.

—Exacto. Antes no tenía esa viveza en los ojos.

Heinley se puso más serio y se frotó el mentón.

—Dada la situación actual, no hay razón para que sus ojos brillen.

De hecho, Heinley dudaba del verdadero estado de salud de Sovieshu.

Ni siquiera notó que McKenna había intentado burlarse al elogiar los ojos de Sovieshu mientras los describía.

Como resultado, McKenna empezó a pensar seriamente en la apariencia de Sovieshu más temprano. Pero al recordar la bienvenida, no encontró nada inusual.

El Marqués Karl parecía tener especial cuidado con el Emperador Sovieshu, pero… probablemente sea porque no se ha recuperado del todo.

En ese momento, se oyó un golpe en la puerta.

—Adelante.

Quien entró fue Mastas. En sus manos tenía una pintura cubierta con una tela.

—¿Mastas? ¿Qué es eso?

—Es un obsequio de la Emperatriz para Su Majestad.

—¿Un obsequio?

Mastas se acercó rápidamente y extendió la pintura. McKenna la recibió y la colocó sobre el escritorio de Heinley.

Heinley estaba desconcertado, pero levantó la tela con curiosidad. Menos de dos segundos después, volvió a cubrir la pintura.

—¿Este es el obsequio? ¿Estás segura?

—Sí, la Emperatriz lo pintó personalmente para Su Majestad.

Una vez Mastas hizo una reverencia y se retiró, Heinley volvió a levantar la tela que cubría la pintura y se la mostró a McKenna.

—¿Qué crees que significa esto, McKenna? La pintura no tiene título.

McKenna examinó la pintura con seriedad.

La pintura era una representación realista de un cementerio, con una tumba excavada en el centro. Un ataúd era parcialmente visible entre los montones de tierra. Encima del ataúd había dos anillos de boda entrelazados.

—El Emperador Sovieshu está aquí, así que compórtate. Si no lo haces, te enterraré en una tumba. Ese ataúd es para ti… no, ya sé. Es más bien como, “Si no te comportas como es debido, nuestro matrimonio será enterrado en una tumba.”

Heinley encontró esta interpretación tan absurda que la negó de inmediato.

—No, definitivamente no es eso.

El canciller, que había prestado atención a la conversación desde un lado, se acercó.

—Su Majestad, tengo amplios conocimientos en arte. Particularmente en pintura. Si el obsequio es una pintura, puedo interpretarlo para usted.

Cuando Heinley le mostró la pintura, el Canciller la examinó meticulosamente de arriba abajo, varias veces. Poco después, asintió como si hubiera comprendido.

—¿Qué significa?

Cuando Heinley preguntó con escepticismo, el Canciller explicó con convicción.

—Los dos anillos de boda simbolizan una pareja, mientras que la tumba simboliza una mente cansada. En otras palabras, Su Majestad la Emperatriz está insatisfecha con el matrimonio.

—¡¿Qué?!

—Lo que la Emperatriz Navier quiere decir a través de esta pintura es que no se siente feliz al lado de Su Majestad.

Heinley se negó a creer interpretaciones tan absurdas, así que indignado ordenó a McKenna y al Canciller que se marcharan.

Sin embargo, estaba un poco nervioso. Navier no comunicaría algo desagradable mediante un obsequio sin una buena razón.

¿Hice algo que no le gustó? ¿Intentó expresarlo mediante una pintura porque le resultaba difícil decirlo directamente? ¿Podría ser porque me reí demasiado tiempo cuando intentó comportarse como una plebeya?

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¿Qué dirá Heinley cuando nos encontremos para la cena? ¿Se disculpará conmigo por burlarse de mi talento artístico antes? ¿Se sentirá conmovido por el significado de mi pintura? Espero que ya no esté triste.

No importa lo que diga. Solo quería hacer sentir mejor a Heinley. Esperaba que regresara pronto.

Sin embargo, al atardecer, Heinley aún no había llegado. Mientras esperaba, una de mis asistentes llegó.

—Su Majestad. La inundación podría ocurrir en cualquier momento, así que debemos enviar a los magos a Yorne lo antes posible. El Emperador Sovieshu dice que se requiere la presencia de Su Majestad para resolver este asunto.

—¿Por qué es necesaria mi presencia?

Por supuesto, solo era una excusa. ¿Por qué se necesitaría mi ayuda para enviar a los magos a Yorne?

Si el problema tiene que ver con cómo se construirá la represa temporal, no hay necesidad de que yo opine. Tampoco hay razón para que Heinley se involucre. Es un asunto que deben decidir los expertos.

No estoy a cargo de la construcción de la represa ni soy experta en construcción, así que ¿Por qué Sovieshu diría que mi presencia es necesaria? Evidentemente, era uno de sus caprichos.

—El Emperador Sovieshu escuchó que fue Su Majestad quien ideó este plan.

Supongo que es una excusa aceptable. Y aunque no quería verlo… no podía evitarlo durante dos semanas.

—¿Dónde está Su Majestad Heinley?

—Su Majestad está en el Salón del Crepúsculo con el Emperador Sovieshu.

Asentí, ajusté mi vestido y salí a su encuentro.

Mientras caminaba, traté de mantener una expresión lo más fría posible.

No iba a encontrarme con él como su exesposa, sino como la Emperatriz de un país vecino. Tenía que trazar esa línea con claridad.

Incluso si más tarde le agradecía por enviar a Evely, por el momento debía mostrar una actitud dura y poco amistosa.

Cuando llegué al Salón del Crepúsculo, los caballeros abrieron las puertas para mí. Mientras esperaba, respiré hondo y encogí los hombros para mantener la compostura.

Cuando las grandes puertas se abrieron por completo, vi que Sovieshu y Heinley estaban sentados en la mesa uno frente al otro. Al entrar, ambos se pusieron de pie y se volvieron hacia mí.

Después de saludar cortésmente a Heinley como si no lo hubiera visto antes, me volví hacia Sovieshu. Tenía la intención de saludarlo apropiadamente antes de volver a centrar mi atención en Heinley.

Pero en el momento en que nuestras miradas se encontraron, lo que vi no fue al Sovieshu que sufrió frente a la mansión de mis padres tras el juicio de Rashta, ni al Sovieshu que estaba furioso en el Alto Tribunal por su orgullo herido, ni al Sovieshu que suplicó ayuda cuando partí del Imperio Oriental en mi carruaje.

Lo que vi fue a un hombre deslumbrado, como si hubiera visto algo sobrecogedor.

Traducido por: Valiz

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