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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 434:Decepción (1)

Capítulo de novela - 90 párrafos

Delante de mí, la expresión del amigo de Kapmen parecía decir Creo que sé quién eres. Al mismo tiempo, era consciente de que Sovieshu estaba a mi izquierda, e hicimos contacto visual brevemente. Apreté la mandíbula con nerviosismo.

Le había pedido a Kapmen que averiguara si realmente era Sovieshu. ¿Dónde se ha metido?

Mientras mi corazón comenzaba a latir más rápido, Dolshi preguntó con una amplia sonrisa.

—¿Necesitas mi ayuda?

¿Qué quiere decir?

No, no había duda de lo que quería decir. Cualquiera con una inteligencia promedio habría notado que deliberadamente escondí mi rostro con el abanico para evitar al hombre que acababa de subir las escaleras.

En lugar de responder, me levanté manteniendo el abanico sobre mi rostro.

Aunque me desconcertaba haberme encontrado con Sovieshu en este café, no quería causar una escena en un lugar público, así que tenía que irme.

Tampoco era necesario que el amigo del Gran Duque Kapmen presenciara un encuentro desagradable.

—Espero que nos volvamos a encontrar pronto.

Me di cuenta de que había actuado demasiado formalmente al intentar ocultar mi incomodidad, pero ya me había dado la vuelta. Si miraba hacia atrás ahora para corregir mis palabras, sería aún más extraño.

Como si no pasara nada, caminé erguida junto a Sovieshu sin mirarlo. Él estaba parado en las escaleras que conducían al tercer piso.

Esperaba que Sovieshu se quedara quieto, pero me siguió.

Seguí avanzando sin mirar atrás.

Me encontré con el Gran Duque Kapmen en las escaleras hacia el primer piso. Cuando miró más allá de mí, su rostro mostró una expresión de sorpresa. Supuse que no se habían cruzado en el camino.

—Señorita Navi.

—Ya me voy.

Hablé con naturalidad y seguí bajando las escaleras.

Pero Sovieshu seguía tras de mí y lo escuché llamarme con voz baja justo antes de subir al carruaje.

Ahora mi nombre no es Navier, es Navi, así que por una vez, podía ignorarlo.

Entré rápidamente al carruaje, pero cuando estaba a punto de cerrar la puerta, Sovieshu extendió la mano y la sujetó.

El vizconde Langdel, a quien había traído como escolta, no podía enfrentarse a Sovieshu debido a su estatus. Sin embargo, si Sovieshu intentaba hacerme daño, tendría una razón para intervenir.

Sovieshu sonrió con dulzura mientras sujetaba firmemente la puerta del carruaje. Parecía un lunático.

—¿Saliste a divertirte?

—Si sabe que salí a disfrutar, ¿Por qué me molesta? ¿No puede fingir que no nos conocemos?

—¿Te molesta si voy contigo?

—¿Para qué?

—Me ayudaría a recuperarme.

—No. De ninguna manera.

Hablé con firmeza, pero no se movía. Dudé por un momento, y luego le golpeé los dedos con el abanico, pero no muy fuerte.

Sovieshu retiró rápidamente la mano y me miró sorprendido, como si no pudiera creer lo que acababa de pasar.

Cerré rápidamente la puerta del carruaje y golpeé la pared delantera.

—Vámonos.

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Un pensamiento extraño cruzó por mi mente justo antes de que el carruaje entrara al Palacio Imperial. Golpeé la pared frontal del carruaje para ordenar al cochero que se detuviera. Luego crucé los brazos y recosté la cabeza contra el asiento en una posición cómoda.

Antes, estaba tan conmocionada por encontrarme con Sovieshu que mi mente estaba en caos, al punto de que no sabía qué pensar.

Ahora que estaba lejos de él, me entró la curiosidad. Fui al café para encontrarme con el amigo de Kapmen, pero ¿Por qué estaba Sovieshu allí?

Antes me había preguntado si Sovieshu había venido al Imperio Occidental para investigar el fenómeno de la disminución del maná. ¿Podría ser esa la razón por la que fue a ese café?

Después de pensarlo un rato, abrí la ventana del carruaje y hablé con el Vizconde Langdel, que me escoltaba a caballo.

—Vizconde Langdel, ¿Puede ocultarse cerca del café que acabamos de dejar para averiguar los movimientos del emperador Sovieshu?

—Sí, Su Majestad.

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Una vez que regresé a mi habitación, pedí a la Condesa Jubel que investigara el estado de Sovieshu.

Mientras tomaba una taza de té, la Condesa Jubel volvió y me informó,

—Me dijeron que salió un rato a tomar aire fresco.

Heinley había dicho que vigilaría personalmente a Sovieshu. Sabía que sería difícil para Heinley seguirlo en todo momento debido a su apretada agenda. Sin embargo, ¿Por qué no puso a otra persona a vigilar a Sovieshu hoy?

Mientras bebía una segunda taza de té sumida en mis pensamientos, Rose preguntó con ansiedad.

—¿Cómo le fue, Su Majestad? ¿Fue muy grosero ese hombre?

Rose y las demás damas de compañía no sabían que me había encontrado con Sovieshu.

—El amigo del Gran Duque Kapmen se negó a enseñarme porque sería una molestia. No se puede hacer nada respecto a su grosería.

—¡Oh, cielos! ¿No quería ayudar a Su Majestad? ¡¿Cómo pudo pensar que enseñar a Su Majestad es una molestia?!

—¡Aunque no supiera que Su Majestad es la Emperatriz, nadie en su sano juicio podría pensar que Su Majestad es una molestia!

—Apenas intercambiamos palabras. Ni siquiera quiso darme consejos.

Al final, incluso soltó un extraño y ominoso aja.

Pero la decepción de que el amigo de Kapmen no quisiera enseñarme magia no era tan grave como el miedo de que Sovieshu pudiera haber descubierto algo sobre el fenómeno de la disminución del maná.

Aunque sería triste no dominar mi magia.

Suspiré y me serví otra taza de té. Ahora mismo, la prioridad era averiguar qué tramaba Sovieshu.

¿Heinley seguía muy ocupado? Me gustaría hablar con él sobre esto.

—Su Majestad. Creo que ha tomado demasiado té.

—¿No sería mejor tomar otra taza más tarde?

Cuando respondí que el té no era malo para mi bebé y llevé la taza a mis labios, se me ocurrió una gran idea.

—Sí, Su Majestad.

—Quiero que hagas algo...

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El Vizconde y Langdel, que regresó esa noche, dijo que Sovieshu ya había salido del café cuando él volvió, así que tuvo que buscarlo por la capital. Dijo que no fue fácil encontrarlo porque también había usado un carruaje común como yo. Pero finalmente lo encontró, y…

—¿Sovieshu estaba en un restaurante de mala muerte?

Sovieshu y un restaurante de mala muerte. No encajaban en absoluto. Era un hombre muy orgulloso… ¿La pérdida de memoria le había reducido el orgullo?

Era un comportamiento tan inapropiado que me hizo sospechar. ¿Podría ser que hubiera un gran secreto sobre el fenómeno de la disminución del maná oculto en ese restaurante?

Mientras lo pensaba, mi inquietud creció y pregunté con urgencia.

—¿Qué hacía allí?

Si Sovieshu había encontrado pruebas que implicaran al Imperio Occidental en el fenómeno de la disminución del maná, él podría ser quien declarara la guerra.

La guerra que había sido el sueño de toda la vida de Heinley, y que él abandonó por mí.

Si Heinley iniciara una guerra, sería solo por deseo de conquista, pero si Sovieshu usara el fenómeno de la disminución del maná como pretexto para empezar una guerra, entonces su causa podría considerarse justa por los países vecinos, que podrían decidir unirse al Imperio del Este, o no intervenir.

El vizconde Langdel vaciló, incapaz de responder de inmediato.

—Está bien. Puede hablar.

El vizconde Langdel finalmente confesó con algo de reticencia.

—Estaba peleando.

—¿Peleando? ¿El emperador Sovieshu… peleando? ¿En un restaurante de mala muerte? ¿O fue su caballero…?

—El emperador Sovieshu estaba peleando personalmente.

Esto fue inesperado. Sorprendida, me mordí el labio inferior sin darme cuenta.

Después de varios pensamientos extraños, mis sospechas resurgieron.

—¿Sovieshu peleó contra un hombre de buen físico? Quiero decir, ¿El hombre parecía un caballero disfrazado?

¿Podría ser que Heinley hubiera enviado a un hombre a vigilar a Sovieshu, y al notar esto, Sovieshu peleó con él? ¿O armó un escándalo a propósito para ocultar que investigaba el fenómeno de la disminución del maná?

—No, el hombre era un borracho que soltaba todo tipo de insultos vulgares. No había indicios de que tuviera entrenamiento en combate.

¿Qué está pasando? Estaba aún más confundida. El Vizconde Langdel suspiró y luego murmuró con resignación.

—El borracho decía cosas malas sobre Su Majestad. Sovieshu no pudo soportarlo, así que lo enfrentó...

Traducido por: Valiz

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