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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 83

Capítulo de novela - 89 párrafos

Una pelea seria parecía inevitable en este punto. Lancé una mirada preocupada a Sir Artina, quien asintió con la cabeza y apretó suavemente la empuñadura de su espada. En ese momento…

—¡Su Alteza! ¡Su Alteza!

Alguien vino corriendo desde la distancia y estaba llamando al Príncipe. Me giré y vi que era el caballero de cabello azul que a menudo seguía al Príncipe Heinley. ¿Sir McKenna, era?

Se detuvo frente a nosotros, jadeando antes de hablar con urgencia.

—Su Alteza, ¡Creo que debería irse ahora!

—¿Qué sucede?

Sir McKenna vaciló mientras miraba al Gran Duque Kapmen. El caballero parecía inseguro de si debía hablar frente a él.

Me giré hacia el príncyipe Heinley y le asentí con la cabeza.

—Vayase rápido.

Preferiría que se apresurara, pero él me miró con una expresión de arrepentimiento y luego se arrodilló cuidadosamente sobre una rodilla. Besó ligeramente el dorso de mi mano, manteniendo sus ojos fijos en mí todo el tiempo. Sir McKenna se removió con impaciencia.

—Hablaré con usted más tarde.

Su voz fue suave mientras se ponía de pie, y cuando asentí, se dio la vuelta y se fue con Sir McKenna. A diferencia de su beso lento y delicado, el ritmo de su paso era enérgico. Me pregunté si tendría algo que ver con el Rey de Occidente…

Miré la parte trasera de la cabeza del Príncipe Heinley y suspiré.

—¿Es cercana a ese Príncipe?

De repente recordé la presencia del Gran Duque Kapmen y rápidamente me volví hacia él. Me estaba mirando con una expresión extraña.

—¿Es cercana a ese Príncipe?

Repitió la pregunta.

—Creo que es un gran hombre.

No podía decir que era cercana a él, pero tampoco quería mentir, así que di una respuesta moderada. Sin embargo, el rostro de Kapmen solo se torció. Lo observé con atención.

—¿Está… celoso?

—Parece que sí. Estuve a punto de agarrarle del cuello antes.

—No lo hizo.

—Sí, me costó mucho controlar mi boca.

Le ofrecí una sonrisa comprensiva y él se encogió de hombros con indiferencia.

—Es increíble cuánto pueden impulsar las emociones a una persona.

—¿...cómo se siente?

—¿Alguna vez ha sentido celos?

—¿Celos…?

Sovieshu me obligó a cuidar de Rashta. Ese sentimiento doloroso en mi corazón… ¿Eso era celos?

—Tal vez.

Tan pronto como estuve de acuerdo con él, el Gran Duque Kapmen dio una respuesta inesperada.

—Lo admite demasiado fácilmente.

—Fue usted quien estaba tan frustrado que me dio una poción de amor.

Soltó una carcajada sonora y metió las manos en los bolsillos mientras bajaba la mirada.

—¿Arruiné su estado de ánimo?

—Ver al Gran Duque luchar no está tan mal…

—¿Le resulto divertido?

—¿Tengo que responder?

El Gran Duque Kapmen frunció los labios.

—No creo que haya sentido celos tan intensamente antes, así que déjeme decirle cómo se siente: es como si algo invisible estuviera gritando junto a mi corazón. Y quiero escuchar esa voz.

—¿...qué está diciendo?

—No puedo decírselo.

—¿Por qué?

—Ese algo invisible me está susurrando ahora. No podemos dejar que descubra nuestras intenciones.

Me reí pensando que estaba bromeando, pero pronto me di cuenta de que hablaba en serio. Me miró en silencio por otro momento y luego suspiró.

—Simplemente mirar a una persona puede ser muy satisfactorio. Al mismo tiempo, hace que uno se sienta inseguro. En muchos sentidos… es una poción fuerte.

—¿Cuándo se desvanecerán los efectos…?

Estaba a punto de preguntar cuándo se desvanecerían los efectos, cuando escuché el sonido de alguien más acercándose. Miré a mi alrededor y vi a Sovieshu. Sus ojos estaban fríos.

¿Por qué parece tan sombrío? ¿Escuchó la conversación?

—No lo habría escuchado.

El Gran Duque Kapmen murmuró una respuesta como si hubiera leído mi mente.

Me sorprendió su sincronización, y él volvió a hablar en voz baja.

—No estaba lo suficientemente cerca para oír nuestras palabras.

Miré de nuevo a Sovieshu. Cuanto más se acercaba, más gélida se volvía su expresión. Si había oído la conversación, habría sido un malentendido. Sovieshu agitó las manos hacia los sirvientes y caballeros cercanos, y ellos se alejaron.

Sovieshu se volvió hacia mí.

—¿Cuál de los dos?

—¿...qué quiere decir?

—Gran Duque Kapmen, Príncipe Heinley. ¿Cuál de los dos?

—No entiendo a qué se refiere.

Sovieshu miró al Gran Duque Kapmen con desprecio.

—Dos extranjeros deben de ser una atracción para la Emperatriz.

Ahora estaba aquí, pero parecía que había estado observando desde que el Príncipe Heinley estaba presente.

—Es un malentendido.

Interrumpí sus palabras. El Príncipe Heinley solo era un amigo, y aunque el Gran Duque Kapmen había estado enamorado de mí por un tiempo, era solo por la poción. Tarde o temprano, eso desaparecería. Sin embargo, Sovieshu no parecía creerme.

—¿Por qué no puede ser cuidadosa con su comportamiento en este momento?

—¿A qué se refiere con ‘este momento’?

—El embarazo del primer hijo de un Emperador. ¿Es este el momento para tener un escándalo con otros hombres extranjeros?

—¿...por qué no?

—¿Por qué no?

Sovieshu me frunció el ceño como si no entendiera. Lo entendía. Era la misma razón por la que no podía ser abiertamente amiga del Príncipe Heinley. Había pasado poco tiempo desde que Rashta se convirtió en la concubina de Sovieshu, y quedó embarazada del primer hijo del Emperador. Si tuviera un escándalo con otro hombre en este momento, los chismes escandalosos sobre la familia imperial se extenderían, y en eso no había dignidad. Entendía la necesidad de ser cuidadosa, pero se sentía diferente cuando Sovieshu lo señalaba.

—¿Quiere que sea cuidadosa con mis acciones por el bien de su primer hijo?

—¿Mi primer hijo? Un bebé de la familia imperial también significa que es su hijo.

—No. Ya sean cien o mil, el bebé de su concubina no es mi bebé.

—¡Emperatriz!

—Y en cuanto al nacimiento de su hijo, es su ocasión feliz, no la mía.

Sovieshu me miró con una expresión hostil.

—Después de todo, el bebé de Rashta no puede ser ni Príncipe ni Princesa imperial. Todos saben eso.

—Entonces, si no son ni Príncipe ni Princesa, ¿No son parte de la familia imperial?

—Sí, esa es la ley. Y no importa cuán firme sea su voluntad, en cincuenta o cien años, nadie recordará quiénes fueron esos niños.

Sovieshu me miró incrédulo y luego soltó una sonrisa vacía.

—La Emperatriz es verdaderamente egoísta.

—Por mucho que odie a Rashta, ¿Ya está desconfiando de sus inocentes bebés aún no nacidos?

—Me pregunto si la Emperatriz siquiera me considera su esposo…

Pero antes de que Sovieshu pudiera continuar, un puño apareció de la nada y le golpeó en el rostro.

Fue el Gran Duque Kapmen.

Traducido por: Valiz

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