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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 94

Capítulo de novela - 57 párrafos

El hijo del Vizconde Roteschu era Alan.

Alan Roteschu.

Rashta se mordió el labio. Él era el hombre que Rashta una vez amó, el hombre que luego la abandonó y…

Era el padre de su bebé.

—¡Esto no es lo que prometió!

La ira de Rashta estalló. El Vizconde Roteschu había dicho que mantendría en secreto todas las figuras del pasado, y ella no tenía más opción que dudar de sus intenciones. El Vizconde Roteschu chasqueó la lengua.

—¿No es lo que prometí? ¿Cuándo prometí encerrar al bebé?

—No pedí eso.

—Bueno, no necesitamos revelar al bebé a la sociedad.

—¿Y qué pasa con Alan o Rivetti? ¿Se quedarán en su mansión cuando lleguen? ¿Qué pasa si sus hijos hablan de Rashta en sociedad?

—Ni siquiera saben que eres la concubina del Emperador.

—¿Por cuánto tiempo?

—Si llegan a enterarse, puedo mantenerlos disciplinados.

A pesar de sus palabras tranquilizadoras, Rashta se sentía intranquila.

—No te preocupes. Alan es el padre de tu hijo, ¿No es así?

—Guardará silencio por el bien de su bebé.

Rashta seguía sin calmarse. No había manera de que pudiera confiar en un hombre que ya había roto su promesa una vez.

—No hay otra opción. Alan es mejor cuidando de Ahn de lo que esperaba, así que no podemos dejarlo fuera.

—El nombre de tu hijo.

Los ojos de Rashta temblaron al escuchar hablar de su hijo. El Vizconde Roteschu continuó sin perder el ritmo.

—¿Qué te parece esto? ¿Quieres conocer a tu hijo?

Rashta dio una respuesta sorprendente.

Habló sin dudar, pero su expresión decía lo contrario. Ante el silencio que siguió, el Vizconde Roteschu dejó escapar una risa baja y luego salió de la habitación.

Rashta comenzó a caminar de un lado a otro por la habitación, con los labios fruncidos por la confusión. Había llevado al bebé en su vientre durante diez meses y lo había amado con todo su corazón. Tan pronto como se recuperó del dolor desgarrador del parto, le dijeron que su bebé había muerto. El impacto la había vuelto loca, y vivió en un estado de dolor y angustia durante meses, hasta que decidió huir de la mansión del Vizconde Roteschu, decidida a morir.

Pero ahora el Vizconde Roteschu afirmaba que el bebé estaba vivo, y ahora el enemigo y el amante que la había abandonado estaban criando a ese bebé. El Vizconde Roteschu había dicho que el niño estaba muerto para volverla loca, y ahora decía que estaba vivo para volverla loca. Rashta estaba cansada de ser manipulada por algo que nunca había visto. Era como si su hijo la sujetara por el tobillo y la arrastrara cada vez más profundo. Sin embargo, al mismo tiempo, no podía evitar preocuparse por él.

Rashta dejó de dar vueltas por la habitación y se desplomó en lágrimas.

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—¿Cómo se siente tener un bebé?

La habitación quedó en silencio, y aparté los ojos de mi libro para mirar alrededor. Las damas de compañía se miraban entre sí con expresiones tensas.

Debo haber causado un malentendido, así que rápidamente solté una risa y señalé mi libro.

—Es sobre esta historia.

Los preparativos para el banquete estaban casi completos. Debido a eso, tenía menos trabajo de lo habitual y había podido pasar el tiempo con más tranquilidad. Mis palabras habían hecho que las damas de compañía se congelaran.

—¿Le gustaría tener un bebé, Su Majestad?

La Condesa Eliza me habló con cautela, y yo negué con la cabeza mientras reía.

—No quise decir eso.

Sin embargo, solo porque no lo dijera, no significaba que mis pensamientos estuvieran completamente alejados del tema de los bebés. Ahora que Rashta estaba embarazada, pensé que debía tener un bebé pronto también, en caso de los problemas que pudieran surgir en el futuro si nuestros hijos tuvieran una gran diferencia de edad. La ley decretaba que el hijo de Rashta no tenía derecho a la sucesión, pero la ley no siempre se cumplía. Pero tener un bebé ahora sería difícil entre Sovieshu y yo…

Pero por más que lo negara, la atmósfera incómoda en la habitación no desapareció.

—Voy a darle un regalo al bebé de la señorita Rashta. ¿Tienen algo preparado?

Rápidamente saqué otro tema para distraer a las damas. No era un tema agradable, pero la atmósfera incómoda se disipó. Las damas refunfuñaron, pero ninguna dijo —¿Por qué dar un regalo al bebé de la señorita Rashta?—. Cuando se celebraba el nacimiento del bebé del Emperador, se debía presentar un obsequio.

—Preparé ropa. Algo que me permita salvar la cara, pero sin demasiado esfuerzo.

—Todavía no he decidido qué preparar.

—He elegido pequeños adornos para bebés… sigo pensándolo, pero puede que lo cambie.

Mientras escuchaba la conversación, la ondesa Eliza se giró hacia mí con cautela.

—¿Ha pensado en qué regalo dará, Su Majestad?

Las damas dejaron de hablar y me miraron. Respondí con un leve asentimiento.

—Voy a darle una espada decorativa.

—¿Una espada? ¿Va a darle eso al bebé?

Laura se levantó de un salto, molesta, como si no le gustara la respuesta.

—¿Por qué darle un regalo tan valioso? Debería simplemente darle un gorrito tejido, Su Majestad.

—Laura, eso la haría quedar en ridículo.

—¿Por qué? ¿No es más extraño ser considerada?

La Condesa sacudió la cabeza con firmeza ante Laura, quien respiraba pesadamente por la nariz. Quería decir que tenía un propósito, pero me contuve. No quería que mis palabras se filtraran como ocurrió con el incidente del vestido. No estaba claro si la filtración había sido intencional, pero aun así era mejor ser cautelosa.

—Lady Laura, le diré los detalles más tarde.

Traducido por: Valiz

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