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La Esclava De Rubelfast – Novela Capítulo 1

Capítulo de novela - 94 párrafos

[Traductor: P꒪˙꒳˙꒪]

Capítulo 01 - La esclava de Rubelfast

—¿Sigue siendo así? Eso es increíble, de verdad. —No es la voluntad de una persona común. Cuanto más sea así, más leal se volverá una vez que se someta.

Los dos hombres, adornados con todo tipo de oro en sus cuerpos como nuevos ricos, rieron por un momento antes de alejarse. Ellier entrecerró los ojos, observando sus espaldas en retirada, y luego apartó la mirada. No era momento de preocuparse por esos tipos.

—No importa qué, debo tener éxito hoy.

Ellier observó a los humanos que pasaban frente a la jaula. Por alguna razón, desde hacía un tiempo su visión se había vuelto borrosa, impidiéndole ver con claridad. Sin embargo, mantenía el espíritu alerta, decidida a no perder aquella oportunidad que probablemente no se repetiría jamás.

En ese instante, notó a un hombre que parecía ser un caballero bien entrenado escoltando a otro, que llevaba una capa con capucha. Aunque no podía analizar sus comportamientos con detalle, Ellier reconoció por sus actitudes que se trataba de aristócratas a simple vista.

—Pretendiendo ser nobles mientras husmean en el mercado de esclavos...

Era evidente que aquel sujeto tenía un orgullo descomunal, por lo que estaba claro que no toleraría provocaciones o insultos de alguien que no pareciera más que una mendiga.

"Genial. Te daré el honor de acabar conmigo."

Mientras los fragmentos de razón vacilaban en su mente, Ellier esbozó una sonrisa para sí misma. Afortunadamente, estaban lo suficientemente cerca de su jaula. Esperó en silencio la oportunidad, y justo cuando estaban por pasar frente a ella, extendió la mano y sujetó el dobladillo de la capa del hombre.

Aunque logró agarrarla, él no lo notó y siguió caminando, provocando que los delgados brazos de Ellier chocaran contra las barras de hierro, produciendo un pequeño ruido.

—¡Oye! —gritó con fuerza, temerosa de que no la escuchara y simplemente continuara su camino.

Esta vez, su mirada se dirigió hacia ella. Aunque un moretón empezaba a formarse en su brazo tras golpearlo contra las barras, no era motivo de escándalo, ya que todo su cuerpo estaba cubierto de una letanía de moretones.

—El comercio de esclavos es un pecado. ¡Malditos nobles de Astron!

Su voz, ronca por el esfuerzo, sonó más baja de lo esperado, pero no había manera de que aquel hombre no la hubiese oído. Sin embargo, contrariamente a sus expectativas —que desenvainara su espada y la partiera en dos—, no reaccionó de forma precipitada. Parecía más sobresaltado que furioso, y simplemente se llevó la mano al pecho.

—Parece que solo es una esclava enloquecida. Sigamos adelante —dijo el caballero que lo acompañaba, dispuesto a alejarlo.

Ellier, ansiosa, lo sujetó con más fuerza aún.

—¿Por qué huyes? ¿Tienes miedo de mí? ¿No eres plenamente consciente de lo que está haciendo aquí un bastardo como tú? ¡Miserables podridos! ¡Cobardes!

Lo provocó con todas sus fuerzas, deseando que sacara su espada con furia y la atravesara. Pero él solo la observó en silencio y preguntó:

—¿Qué es lo que deseas?

Era una voz seca, sin disgusto, alarma ni compasión. Pero sus ojos, tan áridos como el desierto, no se apartaban de la mirada venenosa de aquella esclava al borde de la muerte.

—¿Qué deseo? ¿Qué acaso esperas que te pida ayuda? ¡Solo mátame! Oh, ¿acaso eres tan cobarde que ni siquiera tienes el valor de matar a una esclava?

Por un instante, Ellier lo sintió vacilar. Solo un poco más y ella podría morir a manos de él. En su furia, esperaba que también armara un escándalo con el comerciante de esclavos que la mantenía atada. Con suerte, la misma espada que la atravesara a ella también se hundiría en el vientre del comerciante. Ese era el gran plan de Ellier: arruinar a los traficantes de esclavos y morir ese día.

Pero el problema radicaba en otro lugar.

—Ja... matarme...

No se había dado cuenta mientras estaba agachada, pero su resistencia física era extremadamente baja. No le alcanzaba la fuerza para mover de pronto su cuerpo rígido; al gritar con todas sus energías, su visión se tornó amarilla de forma repentina. Al final, antes de que el hombre pudiera zafarse del dobladillo de su capa, la fuerza en la mano de Ellier cedió primero.

Hasta que se desmayó por completo, lo miró con seriedad.

 "¡Mírame...!"

∘+✧──────✧+∘

Una tierra que no estaba marcada en el mapa, pero que todos conocían: Rubelfast.Era el lugar ideal para cualquiera que necesitara un esclavo.

Aunque el comercio de esclavos ocurría en varias regiones del Imperio de Pardinas, ningún otro sitio se atrevía a compararse con Rubelfast.Los esclavos de allí eran sumisos en extremo, más que en cualquier otro sitio. Si alguno causaba problemas después de ser vendido, el comerciante responsable lo “reeducaba” para que obedeciera de nuevo.

Pero para quienes eran vendidos como esclavos allí, era un infierno en vida.

Ellier nunca imaginó que viviría algo así.

‘¿Por qué soy una esclava? ¡¿Y por qué tenía que ser en Rubelfast, de todos los lugares?!’

Era absurdo, pero Ellier había muerto una vez... y regresado a la vida. Y no solo eso. Por más increíble que sonara, había sido la emperatriz del gran Imperio de Pardinas.

El problema era que ahora despertó en el cuerpo de una esclava, retrocediendo diecisiete años en el pasado, antes de su muerte como emperatriz.

‘¡No, pero qué demonios...!’

Mientras comenzaba a alterarse por su miserable situación, un hombre gordo, repleto de accesorios dorados de pies a cabeza, se acercó con un paso balanceado.

—Oye, deja ya de ser terca y acepta que te marquemos, ¿sí? Si solo aceptaras el grabado, dejarías de sufrir. ¿Es que crees que vivir como esclava es tan terrible? Jeje, todo el mundo vive así. En comparación con los plebeyos libres que trabajan hasta la muerte por un poco de dinero, ¿no es mucho más cómodo ser un esclavo, con comida y techo asegurado? Te verías linda bien vestida, ¿por qué te resistes innecesariamente?

Ellier lo miró con los ojos bien abiertos y le respondió con dificultad:

—¿Puedes leer la atmósfera y no tocarme mientras estoy recordando el pasado?

El comerciante soltó una carcajada burlona.

—¿Pasado? Ni siquiera recuerdas el tuyo, ¿de qué hablas...? ¡Ah, ya sé! ¿Estás reconsiderando después de pensar en tu pasado? Buena actitud. Vamos a grabarte, vestirte bien y, con suerte, conocerás a un buen amo. Así podrás vivir tranquila.

Durante días, el comerciante había estado repitiendo sus absurdas palabras con la esperanza de que ella aceptara el grabado.

—¿Estoy loca? ¿Me grabaría yo misma eso?

Ellier no podía siquiera encontrar graciosa la propuesta. La rechazó de inmediato.

El grabado de esclavo aumentaba el valor del esclavo, pero se requería consentimiento para realizarlo.

Y para Ellier, ese grabado era la marca de haber renunciado a ser humano.

Era peor que ser considerado un animal.

Así que aunque muriera, jamás permitiría que le hicieran el grabado.

—Incluso en este estado, alguien que fue emperatriz no puede convertirse en esclava.

Prefería morir antes que vivir como esclava con el alma de una emperatriz. Era impensable.

—No me molestes y lárgate, cerdo.

Lo único que le provocaba cierta satisfacción en Rubelfast era ver la cara distorsionada del comerciante de esclavos cada vez que lo desafiaba. Sabía que ellos apostaban sobre cuándo cedería, pero no tenía la menor intención de hacerles ganar.

El comerciante, agotado de su terquedad, perdió la paciencia.

—¡Maldita perra! ¡Hoy ha quedado claro que no hay diferencia entre tú y una bestia!

Le colocó un collar de perro y la encerró en una jaula más apropiada para un ave.La exhibió en plena Plaza Rubelfast, como un espectáculo.

El lugar estaba sorprendentemente limpio y la gente iba y venía con prisa.

—Ah... ¡Hoy es el día del mercado de esclavos...!

Se celebraba cada quince días y era el evento más esperado por los comerciantes.Para Ellier, también era una oportunidad dorada: el día ideal para arruinarles los planes y escapar.

Encerrada como una bestia, respiraba con dificultad. Nadie le prestaba atención, todos estaban ocupados preparándose.

Cuando el sol comenzó a ocultarse, una banda de músicos mal vestidos empezó a hacer escándalo.

Un animador apareció poco después y anunció con exagerado entusiasmo:

—¡Bienvenidos al mejor mercado de esclavos de Pardinas, Rubelfast!

La multitud que esperaba fuera se apresuró a entrar entre la música fuerte y el bullicio.

En medio de la plaza, una lujosa fuente lanzaba chorros de agua. Alrededor, había puestos de comida bajo toldos de colores, listos para atender a los compradores.

Si no se sabía que era un mercado de esclavos, uno podría pensar que era un sitio ideal para una cita en una ciudad moderna.

La diferencia estaba en las jaulas de hierro esparcidas por todo el lugar, donde los esclavos suplicaban ser comprados.

Cuando se abrían las puertas, los clientes corrían a buscar a sus esclavos preferidos.

Los más codiciados se subastaban. Los menos populares tenían que rogar, con precios fijos colgando de sus jaulas.

—¡Mis señores, por favor, cómprenme! ¡Haré todo lo que pidan! ¡Les serviré fielmente!

—¡Amo, aquí! ¡Míreme, por favor!

Adiestrados para obedecer, imploraban desesperadamente desde sus jaulas.

Mientras más tiempo pasaban sin venderse, más bajaba su precio y mayor era el riesgo de ser enviados a trabajos horribles.

Los clientes examinaban, regateaban, negociaban…

Una o dos horas después, algunos ya habían hecho sus compras y descansaban bajo los toldos, comiendo y bebiendo tranquilamente.

Fue entonces cuando descubrieron a Ellier.

—¿Qué es esto?

—Mira, hay un cartel...

En la jaula donde la tenían, un cartel escrito por los comerciantes decía:

“Esclava que aún no se da cuenta de que es un animal. Se agradecen consejos por parte de los clientes.”

Claramente escrito para atraer pervertidos, ese mensaje cumplía su función.

Algunos se acercaron relamiéndose.Para ellos, la esclava delgada, joven y de género indistinto era un nuevo juguete.

Le lanzaban obscenidades mientras la pinchaban con sus bastones.

—¡Deberías mostrar los pies y ladrar! ¡Ladra! —decían entre risas.

Pero al ver que Ellier permanecía firme, en silencio, perdieron el interés, le escupieron y se alejaron.

Fue entonces cuando Ellier vio a dos hombres entre la multitud, con posturas rectas y un aire distinto.

‘Bien. Les concederé el honor de acabar conmigo’.

Aunque sentía que su muerte se acercaba, su mirada seguía llena de orgullo.Agarró el dobladillo de la capa de uno de los hombres y gritó con fuerza:

—¡El comercio de esclavos es un pecado, malditos nobles bastardos.

Días de actualización: Lunes, Martes, Jueves y Viernes

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