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La Esclava De Rubelfast – Novela Capítulo 2

Capítulo de novela - 103 párrafos

[Traductor: P꒪˙꒳˙꒪]

Capítulo 02 - La esclava de Rubelfast

El joven miró hacia abajo a la esclava que sujetaba el dobladillo de su capa y lo provocaba para que la matara, ignorando el consejo de su compañero de dejarla pasar por alto y marcharse.

Cuando el comerciante de esclavos vio a un hombre de alta estatura cerca de la jaula del conflictivo esclavo, intuyó que algo había ocurrido y se apresuró en acercarse.

–¡Bienvenidos, señores! ¿Qué ha pasado aquí...?

En ese momento, el hombre de cabello negro que escoltaba al joven encapuchado miró al comerciante con desagrado y empezó a recriminarle:

–¿Tú estás a cargo de este esclavo? Se supone que todos los esclavos de Rubelfast han sido educados en obediencia. ¿Qué es esto? ¿Cómo se atreve a aferrarse a un noble y maldecirlo?"

–¿Qué? ¿Esa perra dijo eso? ¡Dios mío! Lo siento muchísimo. Como aún no le hemos tallado el grabado de esclavitud, la sacamos para domar su temperamento. No imaginé que haría algo así… Mis más sinceras disculpas. Si los Señores están interesados en comprar un esclavo, les haré un descuento por las molestias. ¡Será una oferta que no lamentarán!"

Aunque hablaba con mansedumbre ante los dos, el comerciante no perdía oportunidad para intentar vender un esclavo.

Pero entonces, el joven, que permanecía inmóvil y seguía observando a la esclava tirada en el suelo de la jaula, dijo algo inesperado:

–Vamos a comprar a esta esclava.

–¿...Qué?

–¿Hablas en serio?

Tanto el caballero acompañante como el propio comerciante abrieron los ojos con incredulidad, pero el joven no se retractó.

–La pagaré yo.

–¡Pero...!

El comerciante miró al joven dispuesto a hacer la compra, luego al caballero, y habló con precaución.

–Como dije antes, esta esclava aún no tiene el grabado. Su temperamento es realmente feroz. En mis 15 años como comerciante de esclavos, jamás vi a alguien tan venenosa. Francamente, como profesional, no la recomiendo.

El caballero escolta elogió mentalmente al comerciante por tener al menos algo de conciencia, a diferencia de otros mercaderes, conocidos por su vulgaridad y codicia. Luego, intentó persuadir al joven una vez más:

–Señor... Si hasta el comerciante lo advierte, tal vez esta esclava no sea apta para servir.

–"Si es tan rencorosa, entonces la educaré en consecuencia.

–¿Y si escapa?

–¿Escapar? ¿De mí?

Su voz, carente de sonrisa, estaba cargada de burla.

El caballero soltó un suspiro y finalmente preguntó por el precio. Después, lanzó una bolsa con monedas. Desde la perspectiva del comerciante, no era un mal negocio.

En todo caso, la muchacha parecía al borde de la muerte; sería mejor venderla a bajo precio antes de que muriera.

Fue sólo después de que la lavaran y trajeran de vuelta que el joven se dio cuenta de que la esclava tenía el cabello negro.

No fue el hecho de que no fuera un niño, sino una niña, ni su cuerpo delgado como un cadáver, cubierto de heridas y moretones, lo que cambió su expresión.

Fue el hecho de que el collar que le había dado su madre reaccionó violentamente ante la esclava. También, las palabras que ella le dijo, llamándolo cobarde...

¡Y esos ojos que parecían arder!

Ese orgullo ardiente, incluso tirada en el fondo más bajo de la sociedad humana…

–Le di un frasco de suplementos nutricionales porque no reaccionaba ni siquiera con agua fría. Pensé que estaba a punto de morir. Sin embargo, incluso si muere durante el viaje de regreso, no se aceptan devoluciones ni cambios. ¿Aun así desea comprarla?

El comerciante preguntó por última vez, temeroso de que luego un noble hiciera un escándalo.

Pero el joven solo ordenó que subieran a la esclava al carruaje y se levantó de su asiento.

Así, Ellier, una esclava con el alma de un emperador, dejó Rubelfast.

∘+✧──────✧+∘

Ellier tuvo fiebre durante varios días, y no había parte de su cuerpo que no doliera.

–¡Preferiría morir, maldita sea!

Aunque intentaba soportar el dolor por orgullo, las lágrimas brotaban solas y los gemidos se le escapaban.

Cada vez que lloraba de dolor, le metían algo en la boca. Al principio pensó que era tortura, como el waterboarding, y luchaba, pero tras varias repeticiones comprendió que le estaban dando medicina efectiva.

De lo contrario, ese dolor que consumía todo su cuerpo no habría cedido tan rápido.

Días después, Ellier abrió los ojos de golpe.

–¡Oh, Dios mío!

Una luz blanca atravesó sus párpados y le quemó los ojos.

Parecía haber soñado algo, pero no podía recordarlo.

Mientras la imagen del sueño desaparecía, lo primero que vio fue un techo de madera oscura. El ambiente era sereno.

¿Dónde estoy?

Moviendo los ojos lentamente, vio una ventana por la que entraba luz brillante, una silla, una mesa y una estatua, todo cubierto por telas blancas. Solo un cenicero de cristal estaba descubierto sobre la mesa.

¿Un almacén?

Parecía un almacén de aristócrata, usado para guardar objetos en desuso. Para ventilar, la ventana estaba entreabierta, y la tela blanca que cubría los muebles ondeaba suavemente con la brisa.

Era un silencio largamente anhelado.

Sin embargo, Ellier sintió de inmediato una extraña sensación de incongruencia.

Cubrir los objetos sin uso con un paño blanco era algo que haría alguien con cierto nivel de educación. No era un comportamiento típico de los traficantes de esclavos, quienes usaban y desechaban cosas a su antojo sin cuidado alguno.

Además, aunque la cama en la que estaba recostada era algo antigua, se notaba limpia y de buena calidad. En Rubelfast, jamás acostarían a un esclavo en una cama.

Al llegar a esa conclusión, Ellier comprendió aún menos por qué estaba allí.

—Qué extraño… Estoy segura de haber provocado a un noble. Si mi provocación hubiera tenido éxito, habría muerto en el acto. Si hubiese fracasado, estaría encerrada en esa sucia prisión para esclavos. Pero ahora no es ninguno de los dos.

Ellier decidió intentar levantarse, moviendo sus extremidades lentamente.

Pensaba que el dolor había disminuido bastante, pero al moverse, sus músculos y articulaciones comenzaron a dolerle nuevamente. Su estado era mucho mejor que antes de perder el conocimiento, pero no tanto como para decir que estaba completamente recuperada.

En ese momento, se oyó el sonido de una puerta abriéndose, y una mujer de mediana edad, de rostro amable, entró a la habitación.

—¡Oh, Dios mío!

Al ver a Ellier intentando incorporarse, soltó un grito contenido y corrió hacia la cama.

—¡Oh, Dios mío! ¡Te has despertado!

Más que alivio, su tono era de sorpresa, lo que le hizo pensar a Ellier que la mujer no tenía muchas esperanzas en su recuperación.

—Cielo, ¿puedes verme ahora?

El apodo "cielo" le resultó algo molesto, pero Ellier asintió ligeramente con una expresión neutra.

—¿Puedes hablar?

La mujer sonrió feliz.

—Mi nombre es Aisha Adler. Todos me llaman señora Adler. ¿Cuál es tu nombre?

—…Ellier.

—¿Ellier? Es un nombre bonito.

Ellier era un nombre que ella misma había inventado. Cuando abrió los ojos tras ser entregada a Rubelfast como esclava, el certificado de esclavitud indicaba su edad y lugar de origen, pero el resto de la información estaba en blanco.

Cuando le preguntaron su nombre, por poco decía el que había usado en su vida anterior: Lilliette. Pero logró contenerse.

Esa persona había muerto hacía 17 años.

En el Palacio Imperial podía haber otra princesa usando ese mismo nombre.

Por un lado, era absurdo que una esclava llevara el mismo nombre que una princesa imperial. Por otro, lo vio como la oportunidad perfecta para dejar atrás un nombre que siempre había detestado.

Amaba montar a caballo, practicar tiro con arco, luchar con espada y correr, y su antiguo nombre evocaba una imagen delicada que no encajaba con ella.

Así que creó el nombre "Ellier", tomando la parte media “illie” de “Lilliette”. Estaba bastante satisfecha con la improvisación.

—¿Cómo terminaste en Rubelfast?

—Eso… no lo recuerdo.

—¿Eh? ¿No lo recuerdas?

—Tal vez inhalé gases venenosos y perdí la memoria. O quizás me golpearon en la cabeza…

Aunque su costumbre de hablar de manera informal hacía que se expresara con cierta torpeza, Ellier dio respuestas que pudieran despertar compasión, fingiendo ser una esclava con amnesia.

Como era de esperarse, causó una gran impresión en la señora Adler, quien se cubrió la boca con una expresión de pena.

—Has sufrido mucho… Dios mío, ¿cómo pudieron esos desgraciados hacerle algo así a un ser humano?

Ellier estuvo a punto de responder "Así es", sin pensar.

Justo cuando iba a preguntar dónde estaba, después de asentir con expresión apagada, la puerta se abrió de repente y entró un joven alto, atractivo y de complexión robusta.

La mujer junto a Ellier se puso de pie rápidamente e inclinó la cabeza.

—Ha llegado, maestro.

Él se sentó en una silla cubierta con una tela, sin responder a los saludos.

Su actitud era natural, como alguien que no sabía que Ellier había recuperado el conocimiento.

Dios mío… ¿Cómo pasó esto?

Para su sorpresa, su rostro le resultaba familiar.

Cabello rubio platino que hacía suspirar a cualquiera, ojos ámbar lo bastante hermosos como para ser joyas, piel firme bronceada por el sol, y una figura alta y fuerte que no dejaba dudas de que era un caballero…

Era inconfundible. Incluso si muriera y volviera a la vida, nunca olvidaría ese rostro.

¡Era Slarhan Ventiark!

El oponente político más temible que había tenido en su vida pasada.

Hijo único del duque Irdel Ventiark, un miembro de la familia imperial, Slarhan era una figura destacada en la alta sociedad, famoso por su atractivo y por mantenerse siempre distante de las mujeres, como un monje.

—Verte aquí antes que en Rubelfast… Parece que tu personalidad arrogante no ha cambiado.

Aunque no estaba segura de si hablaba con sarcasmo o no, Ellier empezó a entender la situación.

—¿Este noble era el dueño de la capa que había agarrado…? ¿Y en lugar de matarme, me compró?

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