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Me Comprometí Con El Duque Ciego – Novela Capítulo 7

Capítulo de novela - 133 párrafos

Traductor: Pryse

Me Comprometí Con El Duque Ciego

La oficina estaba, como siempre, en silencio.

Gerald luchaba contra un dolor agonizante en ese espacio tranquilo.

El pasillo estaba delimitado con cortinas negras, una advertencia para que nadie se acercara. Pero esos límites no podían extenderse más allá de las paredes del castillo.

El sonido de los sirvientes caminando apresuradamente sobre la grava. El estrépito de platos rompiéndose. Murmullos de conversaciones ajetreadas. El canto de los grillos. El relinchar de los caballos. El susurro del viento. La suave respiración de Kay.

Cada ruido perforaba como agujas, clavándose en sus oídos y confundiendo sus pensamientos.

Un terrible dolor de cabeza se intensificó.

Gerald tomó un fino abrecartas de plata de su escritorio y, sin dudarlo, lo clavó en su oído.

“¡Mi señor!”

Kay, quien evitaba hablar debido a los síntomas de Gerald, sintió la necesidad urgente de llamarlo en un susurro.

“Solo perforé el tímpano.”

Después de herirse el tímpano a la fuerza, el dolor de cabeza disminuyó ligeramente.

Pero con su audición limitada, su sentido del olfato ahora tomó el control.

El olor del sudor de Kay le hacía doler los huesos.

“Kay, sal por un momento.”

El gesto de asentimiento de Kay fue captado por el aire.

Gerald insistió con firmeza.

“Ahora mismo.”

Kay inclinó silenciosamente la cabeza y desapareció.

El aire que persistía en la oficina le irritaba la nariz. Náuseas surgieron, y contuvo la respiración.

“Maldita sea.”

Gerald cerró los ojos y luchó por suprimir la tormenta de sus otros sentidos.

“¿Disculpa? ¿Quieres que me vaya?”

Marin, cuya emoción del día anterior parecía inútil, se encontró inmediatamente en una crisis.

Sus ojos esmeralda temblaron ante la repentina exigencia.

Había llegado a la oficina justo a tiempo, solo para que le dijeran que debía irse.

“Lo siento.”

“¿De verdad, me tengo que ir?”

“Sí. Por favor.”

Olive evitó su mirada torpemente.

“¿Solo por hoy?”

Marin preguntó, buscando algo de consuelo.

“Bueno, eh…”

Olive miró incómodo hacia la puerta de la oficina antes de dudar en responder.

“¡No puedo irme! ¿Cómo podría simplemente irme después de venir hasta aquí? ¿Ser despedida en un día? Prefiero morir aquí mismo.”

Marin se dejó caer sobre la alfombra carmesí que cubría el pasillo, agarrándola con fuerza, su rostro mostrando una resolución desafiante.

“Se-Señorita Marin, creo que ha habido un malentendido. No la estamos despidiendo. Solo…”

Un Olive desconcertado extendió la mano hacia ella, como instándola a levantarse.

“¿Me estás diciendo que me vaya?”

Marin levantó la mirada hacia Olive con ojos llenos de resentimiento.

‘¿Cómo pueden hacerme esto? No puede terminar después de solo un día.’

“No, eso no es lo que quise decir… Hablemos en otro lugar primero.”

Fue en ese momento, mientras Olive seguía lanzando miradas nerviosas hacia la oficina, que una voz autoritaria resonó desde dentro.

“Entra.”

Con una escalofriante autoridad, la voz del duque se escuchó desde la oficina.

Sobresaltada, los ojos de Marin se abrieron como los de un conejo asustado.

“El duque está adentro. ¿Hablé demasiado fuerte?”

Olive frunció el ceño con torpeza y dejó escapar un profundo suspiro.

“Haah, entremos de una vez.”

Marin se levantó de su lugar como un cachorro asustado.

Olive encendió una vela y entró a la oficina. Marin lo siguió de cerca, tratando de ocultarse lo más posible.

Pero entonces, sus pasos se detuvieron abruptamente. A pesar de que la espalda de Olive era su único escudo, no pudo moverse ni un centímetro.

Sus instintos le advertían. Era peligroso.

Con una expresión tensa, Marin examinó lentamente la oficina.

Cortinas negras gruesas cubrían cada ventana. Un escritorio de caoba. Una alfombra roja de felpa. Y el duque, emanando una presencia incluso en la oscuridad.

La oficina era tan oscura y austera como el día anterior.

Pero algo se sentía sutilmente inquietante.

Los hombros de Marin se tensaron al darse cuenta de una diferencia respecto al día anterior.

El aire viciado, estancado por la falta de ventilación, llevaba un leve olor a sangre.

Al instante, Marin se sintió mareada, su cabeza girando momentáneamente.

El sonido de los caballos relinchando. El olor terroso de la tierra. Gotas de sangre cayendo ante sus ojos.

No, no podía colapsar aquí.

Marin respiró profundamente, intentando alejar los recuerdos persistentes en su mente.

Cerró y abrió el puño con fuerza, intentando devolver el calor a sus manos frías. Su esfuerzo dio frutos cuando pronto el mareo desapareció.

Estabilizó sus piernas temblorosas y se colocó nuevamente detrás de Olive.

¿Por qué olía a sangre?

El aroma a sangre era inquietante debido a traumas del pasado. Débil pero inconfundible, era el olor a sangre.

Sus ojos esmeralda se movían rápidamente, buscando señales de muerte.

‘¿Alguien murió aquí?’

Su imaginación se desbocó.

Lo que pensó que sería una tarea sencilla de presentar un informe al duque ahora parecía llevar el peso de su vida. ¿Debería huir ahora?

Aunque quería darse la vuelta y escapar de inmediato, su cuerpo, congelado por el miedo, se negaba a moverse.

“Vaya, qué ruidosa.”

La voz baja del depredador resonó en la oscuridad.

“L-Lo siento.”

Marin se disculpó con labios temblorosos.

“¿Quieres morir aquí?”

“Oh, no.”

Rápidamente negó sus propias palabras. No quería morir.

Este lugar, con su tenue olor a sangre, se sentía más como un campo de ejecución que una oficina.

Las espadas adornadas en una de las paredes brillaban y relucían más prominentes a la luz de las velas, pareciendo más grandes y afiladas.

Marin apartó la mirada de las espadas y fijó sus ojos en el duque, envuelto en la oscuridad.

“Como esperaba… ¿Eres una espía?”

“¿Qué? Oh, no, señor.”

Su garganta se sentía helada.

Apretando su mano, que había llevado a su garganta, Marin respondió, su voz llena de miedo.

“¿Entonces por qué estás tan ansiosa por morir aquí?”

El tono seco del duque sonaba aún más amenazante.

“Eso, eso no fue lo que quise decir. Es un malentendido, por favor. Quise decir que realmente quiero trabajar duro, su excelencia. Realmente no quiero morir, su excelencia.”

Sus palabras sonaban entrecortadas debido al hipo que siempre surgía cuando estaba nerviosa. Si terminaba muriendo como espía en esta situación, sería doblemente injusto.

“Olive.”

El objetivo cambió.

Olive bajó la cabeza con una expresión sombría.

“Lo siento. Parece que hubo un malentendido. Es difícil explicar la situación con respecto a la condición de su excelencia, así que cuando no pude explicar la razón y solo le pedí que se fuera, ella lo malinterpretó, su excelencia.”

Los ojos esmeralda de Marin temblaron como si un terremoto los hubiera sacudido.

No, si ese era el caso, debería haberlo explicado adecuadamente y pedirle que regresara. Decirle simplemente que se fuera tan pronto como llegó fue demasiado brusco.

“Señorita Marin, le pido disculpas. La condición de su excelencia solo debe ser conocida por unos pocos. No pude decidir rápidamente si decírselo a usted, que acaba de comenzar a trabajar.”

“Ah… Entiendo.”

Después de escuchar la explicación de Olive, todo tenía sentido.

¿Quién era este duque?

Era como un rey que gobernaba la región occidental. Y, en general, la condición de alguien en una posición tan alta se mantenía altamente confidencial.

“¿Es por eso que fuiste tan ruidoso?”

La voz del duque resonó escalofriante.

“Pido disculpas.”

Olive hizo una profunda reverencia.

“Disculpeme.”

Marin también se disculpó, con la voz apagada.

“El informe.”

“¿Está seguro de que no le importa? Aún no ha recibido tratamiento…”

Había preocupación en la voz de Olive.

¿Tratamiento?

Marin abrió los ojos con sorpresa, alternando la mirada entre Olive y el duque.

El olor a sangre no provenía de alguien que hubiera muerto, sino porque el duque estaba herido.

“Olive, ¿eres médico?”

El duque preguntó lentamente.

“Soy secretario, su excelencia.”

Olive respondió con calma.

“Entonces ve por el informe.”

“Iré a buscarlo.”

Con una expresión sombría, Olive asintió ligeramente y salió de la oficina.

Ahora, solo Marin y el duque permanecían en la oficina.

La tensión que había aprisionado en su cuerpo se alivió ligeramente al darse cuenta de que nadie había muerto allí.

Cautelosamente, dirigió su mirada al duque, pero su rostro permanecía oculto en la oscuridad.

Marin dudó, luego se dirigió a él con cautela.

“Su excelencia…”

No hubo respuesta del duque.

“Realmente no soy una espía.”

Marin cerró los ojos con fuerza, reuniendo el valor de un simple grano de polvo que le quedaba.

“¿Alguna vez has visto a un espía decir: ‘Soy un espía’?”

Había un atisbo de burla en la voz baja del duque.

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