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Nunca Quise Tener Un Hijo Suyo Novela capítulo 4

Emilia intentó soportar el momento como pudo, pero su mano instintivamente agarró el trozo de papel que se había levantado rápidamente.

—Ah…

En ese momento, su mirada se cruzó con la de Mikhail. Él se rió entre dientes como si se estuviera burlando de ella y le tomó la mano con firmeza, sujetándola detrás de su espalda.

Una sensación amenazante la hizo luchar instintivamente para liberarse de él.

—Le dije que se relajara. ¿Quiere matarme? Si es así, esconda sus garras hasta que llegue la oportunidad y espere el momento oportuno. No se queje como un niño.

Su voz, que parecía una advertencia, le provocó escalofríos en la espalda. Poco después, su gran mano le envolvió el estómago y la levantó.

Sin dudarlo, sus gruesos dedos se deslizaron debajo de su ropa interior, explorando una zona íntima que enviaba sensaciones desconocidas a su mitad inferior.

—¿Qué... qué es esto?

Ella tartamudeó, su mente estaba agitada por la advertencia del peligro. Trató de mover rápidamente su cuerpo hacia adelante, pero él no la soltó.

—Ah, esto es…

¿Qué clase de sensación era esa? Todo su cuerpo parecía arder y su mente se sentía cada vez más extraña. Cuanto más intentaba recuperar el control de su conciencia, más se movía su cuerpo por sí solo.

Emilia quedó desconcertada por la sensación desconocida y el intenso calor que la envolvía.

—Oh…

Las lágrimas nublaron su visión y no podía comprender lo que estaba sucediendo ni darle sentido a la situación.

Algo prohibido se agitaba en su interior, se retorcía dentro de su cuerpo. El fuerte agarre de sus dedos hizo que su mente diera vueltas.

“¿Quieres matarme? Es lo más natural.”

¿Acaso soportar eso era la única manera de que terminara? Emilia cerró los ojos con fuerza.

Si escondía sus garras y aguantaba, ¿Llegaría el día en que pudiera matarlo? Sus palabras no estaban equivocadas.

En ese momento, en esa situación, lo único que podía hacer era resignarse, contener la respiración, mientras intentaba vislumbrar una oportunidad. De repente, el cuerpo de Emilia se quedó inerte.

—Se arrepentirá de esto. No hay nadie mirándolo, ¡Así que no tiene que hacer esto!

—En palacio hay ojos y oídos por todas partes, Emilia von Loren —dijo con una risa baja.

Como si respondiera, sus dedos, que habían estado acariciando sus partes más profundas, se retiraron abruptamente. Con un suspiro de alivio momentáneo, sin previo aviso, su excitación penetró en sus profundidades.

—¡...!

Las lágrimas brotaron de sus ojos por el dolor, lo cual no sería sorprendente incluso si su cuerpo se partiera en dos.

Una presencia masiva, completamente distinta a la anterior, llenó su cuerpo.

Luchó por mantenerse en pie y sus piernas temblaban sin control. Al mirar los músculos tensos de su espalda, se mordió el labio.

“¿Qué es esto?”

Su mente se arremolinaba con sensaciones que nunca antes había experimentado.

Él profundizó en su interior sin pronunciar palabra, concentrándose únicamente en el acto mientras presionaba sus caderas contra ella.

Cada vez que se movía, se escuchaba el sonido de golpear sus traseros, donde un pilar largo y grueso recibió su anhelo.

Una vez más, la penetró con fuerza. Todo su cuerpo tembló, consumido por un dolor indescriptible que se irradiaba a través de su columna vertebral, dejándola rígida y dolorida.

—Ah, me duele… ah —gimió ella.

Sus acciones eran similares al apareamiento entre bestias, carentes de cualquier conexión emocional. Ella apretó los dientes, conteniendo un aluvión de maldiciones. La fría mirada que la alcanzó desde atrás pareció enfriar incluso el calor que recorría su cuerpo.

Con los puños apretados, reprimió sus gemidos mientras continuaban su intercambio físico. No sabía que terminaría retorciéndose en la misma cama con este inesperado compañero, sus respiraciones mezclándose.

—Ah —un suspiro profundo cerca de su oído perturbó sus sentidos. A diferencia de la respiración serena de él, la de ella se volvía cada vez más errática con cada embestida.

—Eh…

Cuando sus gemidos ahogados finalmente estallaron, una sobresaltada Emilia se mordió el labio con fuerza.

—¡Ah!

Sin ceder, la carne se abrió paso hasta la pared interior de ella y él se movió con tranquilidad, como si saboreara cada pliegue y cada arruga. Sus pupilas carmesí, fijas en ella, parecían manchar todo su ser con su mirada.

“Mi cuerpo, es demasiado…”

La sensación de que él profundizaba más que antes era resbaladiza, y aunque el dolor aún persistía, se estaba volviendo indistinguible del placer.

Un fuerte agarre en su cuerpo, cada vez más ajeno a ella, hizo que Emilia apretara fuertemente los puños y entrecerrara los ojos.

—...ah.

Y así, mientras continuaba empujando sus caderas, exhaló pesadamente.

—No quise pedir este tipo de cooperación.

Sus ojos, que ahora revelaban una comprensión que no podía expresar, se abrieron levemente.

“¿Es esto todo?”

¿Se acabó?

Cuando levantó la cabeza y miró hacia atrás, las pupilas de Emilia temblaron intensamente. En la mirada del Duque Heinrich, vio un deseo que nunca antes había presenciado.

Traducido por: Valiz

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