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Renací Como Una Chica Dragón Con Un Sistema- Novela capítulo 55

Capítulo 55 - Evolución, cuarta parte

Un hombre con una enorme corona en la cabeza, pelo y bigote blanco estaba sentado en lo alto de un trono reluciente en una gran sala. Llevaba ropas rojas de hilo dorado y parecía mirar al mundo desde arriba. Con tranquilidad y desdén observó al hombre que tenía delante y le preguntó:

—¿Cómo que no la encuentran?

—Majestad, hemos buscado por todo el reino y en dirección al reino Rural, y seguimos sin encontrarla. —Respondió el hombre arrodillado en el suelo con la armadura de cuero puesta. Todo su cuerpo temblaba. Sabía que si decía algo malo, probablemente moriría al instante.

—¿¡La buscaron por todas partes y aún no la han encontrado!? ¿¡Han buscado en todas las casas y debajo de todas las piedras!? ¿¡Cómo no puedes encontrar a mi hija!? ¿No tienes ni una sola pista? —Este hombre no era otro que el Rey Elurean del Reino Elurean. Se estaba poniendo nervioso. Si no podía encontrar a su hija, la iglesia seguramente enviaría gente a matarla.

—Este… —El hombre de la armadura de cuero empezó a temblar aún más. Podía sentir una extraña presión que pesaba sobre él, probablemente era la mirada del Rey, pero no se atrevía a decir lo que había averiguado. No es que no se atreviera. Era más bien que no quería hacerlo. No quería ser el portador de malas noticias.

—¡Habla de una buena vez! ¿Qué me estás ocultando? —Gritó el rey, su voz retumbó en toda la sala.

—Un sumo sacerdote de la iglesia había interceptado un carromato con hombres bestia y había destruido todo el carromato y matado a todos los que estaban allí. Sospechaban que la princesa iba a bordo. —Respondió finalmente el hombre de la armadura de cuero. No se atrevió a levantar la vista.

—¡Malditos estúpidos! —El Rey se levantó y agitó la mano, lanzando una bola de fuego que se dirigió directamente hacia el hombre de la armadura de cuero, prendiéndole fuego. El hombre de la armadura de cuero gritó de dolor y suplicó clemencia, pero el rey se limitó a resoplar y volvió a sentarse en su trono, llamando al hombre que tenía al lado. —Envía un mensaje a la iglesia. Debo saber cuáles fueron sus hallazgos.

—¿Y si se niegan a responder? —preguntó el hombre.

—Entonces déjalo. Sólo espero que le digan a este anciano lo que le ha pasado a su hija. Viva o muerta, sólo deseo saberlo. Si no fuera porque somos tan débiles, nuestro país no se vería forzado a pasar por la situación en la que estamos ahora —El rey Elurean suspiró antes de encorvarse en su asiento. Miró el cuerpo ahora carbonizado que tenía delante y agitó la mano, apagando el fuego—. Llévenselo y entierrenlo. Dile a su familia que murió valientemente frente a nuestros enemigos semihumanos.

La verdad oculta tras el comportamiento del rey en cuanto a sus decisiones gubernamentales era evitar que su pueblo no sufriera bajo el gobierno de la Teocracia Yuthia. La forma en que hacían las cosas era brutal, hasta el punto de que incluso los ciudadanos ya no tenían vidas normales. Los sacerdotes corruptos les arrebataron sus medios de vida. Aunque eso mismo podría decirse de algunos de los suyos. Pero cuando eran descubiertos, eran duramente castigados. Esta era la razón por la que su pueblo nunca había planeado un golpe de estado—Mi querida Tilia, si estás a salvo, por favor mantente con vida. Si estás muerta, yo, como tu padre, celebraré un gran funeral.

—¡Su majestad, el Sumo Sacerdote Randals está aquí! —Gritó un guardia mientras abría la puerta.

El rey se sentó rápidamente en su silla y se arregló la ropa mientras el Sumo Sacerdote Randals entraba en la sala.

—Su Santidad, ¿qué le trae por aquí?

—Sólo estoy aquí para decirle que su hija ha muerto, ahora detenga esta ridícula búsqueda. Anuncie al mundo el fallecimiento de su hija, la iglesia y yo se lo exigimos. Eso es todo lo que diré. —El sumo sacerdote Randals ni siquiera esperó a que el rey respondiera antes de dar media vuelta y marcharse.

El rey Elurean miró al lugar donde una vez estuvo el Sumo Sacerdote Randals, con la cara roja. Golpeó con el puño el reposabrazos de su trono mientras rechinaba los dientes.

—¡Maldita sea! Tilia...hija…

***⚔***

—Parece que el sol está a punto de salir. Me pregunto cuánto durará esta cosita. —El hombre que se encontraba en la cueva de Kana se levantó y miró al exterior. Su pelo negro rojizo ondeaba con el viento frío. Su piel estaba ligeramente bronceada y sus ojos eran negros y profundos como la noche. Desde su espalda baja brotaba una delgada cola negra que traía una afilada punta en su extremo y se balanceaba de un lado a otro. Se podría decir que era fuerte con sólo mirar lo cincelados que estaban sus músculos. Pero estaba cubierto de manchas negras de carbón, de esa manera ocultaba su atractivo aspecto, que haría desfallecer a cualquier chica con sólo mirarle.

Mientras contemplaba el amanecer, el huevo que tenía detrás empezó a temblar. Empezaron a formarse grietas en la cáscara y, de repente, la parte superior del huevo explotó y una figura saltó por los aires.

—¡Por fin! Soy yo, ¡la gran yo! La gran, maravillosa y sexy Kana.

Kana aterrizó en el suelo, se puso ambas manos en la cadera e inclinó la cabeza hacia atrás mientras reía a carcajadas. El hombre que estaba contemplando el amanecer giró la cabeza para ver una pequeña figura con cola de cuernos y un par de alas de dragón a la espalda. Tenía una larga cabellera pelirroja que le llegaba hasta las rodillas y la piel ligeramente bronceada. La pequeña figura tampoco llevaba ni una sola puntada de ropa encima, todo lo que no debía verse estaba a la vista de él.

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