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Trabajando En Una Mansión Embrujada – Novela Capítulo 9

Capítulo de novela - 88 párrafos

[Traductor: P꒪˙꒳˙꒪]

Capítulo 09

Lily actuó lo más natural que pudo. “No, señor. Tiene toda la razón. Yo habría pensado igual en su lugar. Le pido sinceras disculpas.”

En medio del ambiente incómodo, comenzaron a ordenar en silencio. Al mayordomo, que había traído el soldado, le indicaron reparar la estantería agrietada y el escritorio manchado de tinta. Recogieron los documentos dispersos y los organizaron nuevamente.

El resto del día transcurrió sin problemas. Lily no conversó ni volvió a preguntar por el traductor. Incluso fingió no notar que el fantasma aún la vigilaba con atención.

Su sincera dedicación a la resurrección del Duque se había transformado en un único pensamiento enfocado: ¿Cómo puedo salir de aquí con vida?

En cuanto salió de la oficina, decidió ir a ver a la ama de llaves.

Aunque mantenía su comportamiento habitual, el fantasma parecía intuir que algo no estaba bien y la observaba más de cerca.

Justo cuando tomó la manija de la puerta lateral, él le preguntó con suavidad: [¿Mañana también estarás aquí, verdad?]

“Sí, Su Gracia. Por supuesto.”

[Quiero disculparme de nuevo por las palabras de Wolfram. Pero yo no sentía eso para nada. Eres alguien dentro de mi círculo de confianza, y sé cuánto has trabajado. Me aseguraré de recompensar tu dedicación. Por favor, créeme.]

Lily notó lo suave que se había vuelto su tono, como un hermano hablando con su hermana menor. La ternura en su voz sonaba más a una súplica.

El problema era… que simplemente no podía creerle.

“Sí. Le creo, Su Gracia.”

Lily mintió con una sonrisa.

Esa noche, llevó a cabo su plan y fue con la ama de llaves, diciendo que le gustaría tomarse libre pasado mañana, usando el tiempo de vacaciones que le habían prometido.

Su motivo: el caos anterior la había dejado tan alterada que necesitaba tiempo para recuperarse tanto física como mentalmente.

Renunciar ya no estaba en sus planes—probablemente solo la regañarían. En cambio, pensaba tomar las vacaciones… y no regresar jamás.

La verdad era que quería irse mañana por la mañana. Pero todavía tenía una última cosa que hacer: reunirse con el Duque.

Había algo que necesitaba darle.

Lily había ido con la costurera del servicio y, con la excusa de necesitar algo para la oficina, pidió tela, relleno, un kit de costura—y una campanita pequeña. Planeaba hacer una pelota con la campana adentro.

Aunque no confiaba en las palabras del Duque, aún le tenía lástima.

No tenía a nadie con quien hablar excepto ella, y a menos que se enfureciera, no podía expresarse bien. Aunque se fuera, esperaba aliviar al menos un poco esa frustración.

Hacer la pelota de tela resultó ser mucho más difícil de lo que esperaba. Con gran esfuerzo, finalmente terminó una bola suave que podría ser un juguete para un niño pequeño.

Como las velas eran un lujo que no podía permitirse, Lily trabajó lo más rápido posible antes de que el sol se pusiera. Al final, había oscurecido tanto que sus puntadas estaban especialmente torcidas.

‘Bueno… está suficientemente bien.’

Apartó la mirada de la realidad y sostuvo la pelota en sus manos.

Era suave, del tamaño de dos puños juntos. Emitía un tintineo suave cada vez que la sacudía.

Lily dejó la pelota sobre la mesa y se estiró. Su culpa se sentía un poco más ligera.

Al menos, con esta pelota, el Duque podría responder sí o no. No estaría completamente aislado. Esa idea le dio algo de consuelo.

Al día siguiente, cuando el Duque vio la pelota en la oficina, se veía… desconcertado. [¿Un regalo? ¿Para mí?]

Lily colocó la pelota en el centro del suelo. “Con esto, incluso después de que regrese a mis habitaciones, aún podrás comunicar cosas simples con el asistente. Está hecha de tela, así que no se romperá ni astillará. Bueno, a menos que le apliques demasiada fuerza—podría reventar. Pero inténtalo una vez.”

[¿Intentar qué?]

“Intenta empujar la pelota con energía. Solo lo suficiente para que ruede.”

Aún parecía no entender muy bien. Lily explicó mejor. “No te pases—piénsalo más como un pequeño estornudo ‘achís’, no un gran ‘¡ACHÍS!’, si me entiendes. Imagina que estás molesto por una mosca fastidiosa e intenta canalizar esa irritación.”

El Duque la miró a ella, luego a la pelota y de nuevo a ella, y luego se rió suavemente. [Está bien, lo intentaré.]

Cerró los ojos y se quedó quieto unos segundos. Un escalofrío recorrió la espalda de Lily. De repente, tuvo miedo.

“¡Espera!”

Le llamó apresuradamente. Él abrió los ojos y la miró, como preguntando qué pasaba.

“Solo—no te enojes demasiado, ¿vale? Como dije, si es muy fuerte, la pelota podría reventar o las cosas cercanas podrían romperse…”

[Entendido, entendido.]

El Duque hizo un gesto como si le diera una palmada en el hombro. Luego cerró los ojos otra vez y se concentró.

Después de unos segundos, las comisuras de sus labios se movieron. ¿Qué estaba recordando para ponerse así de alterado?

La pelota aún no se movía. Lily cambió la mirada entre el Duque y el suelo, esperando ansiosa que la pelota funcionara.

Y entonces—escuchó algo increíble.

El fantasma estalló en carcajadas, lo suficientemente fuerte como para sacudir la mansión. Fingiendo limpiarse lágrimas de unos ojos que ya no existían, dijo,

[¿Cómo podría enojarme con una pelota así? Especialmente cuando me miras con tanta atención así? Y ‘mosca fastidiosa’? ¡Jaja! Lo he pensado por un tiempo, pero realmente eres…]

Al ver la cara atónita de Lily, el Duque ni siquiera terminó la frase y volvió a reír. Se veía realmente encantado.

Justo en ese momento, la puerta se abrió y Wolfram entró. Miró entre Lily y la pelota solitaria en el suelo y preguntó: “¿Qué están haciendo? ¿Y qué es eso?”

Lily tuvo la sensación de que todo había sido un fracaso, pero mantuvo la compostura y explicó: “Esta es una herramienta para que Su Gracia se comunique con usted cuando yo no esté en la oficina. Hay una campanita adentro, así que hace ruido. Por ejemplo, si le preguntas si está aquí, podría señalar rodando la pelota una vez para ‘sí’ y dos veces para ‘no’. Ese tipo de cosas.”

El Duque estuvo a punto de estallar en risas de nuevo. La cara de Lily se puso roja por la vergüenza.

“Si no se necesita, me la llevaré de vuelta.”

Su voz tembló. Se agachó para recoger la pelota, pero el Duque rápidamente extendió la mano y la puso encima de ella.

[No puedo permitir que eso pase. Ya es mi propiedad.]

Sus ojos ligeramente curvados brillaron con diversión.

[Gracias por el regalo.]

Lily contuvo las ganas de resoplar. Es la última vez—me lo dejo pasar, se dijo a sí misma.

Aidan Kashimir estaba parado en la oficina.

Mientras el sol se ponía lentamente, la habitación se hundía gradualmente en la oscuridad. Envuelto en sombras tenues, el Duque miraba en silencio hacia el suelo.

Una pelota hecha de lino beige simple.

Había tenido que convencer bastante a la doncella malhumorada para que no se llevara la pelota de vuelta.

Pensó que después de eso no habría más risas.

Pero la voz parlanchina de la doncella seguía como un eco en el aire. Aidan no pudo evitar sonreír de nuevo, solo un poco.

Un Duque y una doncella.

El día que recogió esa pelota, volverían a sus lugares correspondientes, viviendo vidas que nunca se mezclaban—como el aceite y el agua.

Aidan cerró los ojos y recordó el momento más temprano ese día, cuando la doncella había entrado en la mansión.

La tensión se aferraba a sus labios apretados, y la bandeja que llevaba cubierta con un paño era claramente diferente de lo habitual. No había traído sus herramientas de limpieza y había subido las escaleras con más prisa de lo normal.

Cuando preguntó qué había dentro, ella esquivó la pregunta. El leve tintineo de una campana solo aumentó su curiosidad.

No fue hasta que entró en la oficina que descubrió el paño y habló.

“¡Es un regalo!”

No tenía una mejora especial en sus cuerdas vocales, pero sus palabras rebotaban como gotas de lluvia sobre una hoja.

El regalo repentino hizo que Aidan se preguntara si acaso era su cumpleaños.

El objeto que ella sostenía con manos temblorosas era, honestamente, lamentable. Una pelota simple y abultada con costuras torcidas en tela sencilla—¿realmente era algo digno de presentar a un Duque?

Nacido heredero de los Kashimir, Aidan había recibido juguetes hechos de oro fundido y muñecas con ojos de piedras preciosas cosidos en seda bordada—incluso antes de poder caminar.

Sin embargo, a su manera, este era sin duda el regalo más raro que había recibido en su vida.

Aidan volvió a mirar la pelota.

“Con esto, incluso después de que regrese a mis habitaciones, Su Gracia podrá comunicarse con el asistente.”

La doncella lo había presentado con tanta confianza, pero Aidan estaba seguro de que no funcionaría. ¿Cómo podría enojarse lo suficiente como para mover esa cosa?

Si recordaba sus ojos cerrados con fuerza imitando un estornudo, o su dedo pinchado con pequeñas marcas rojas de coser la tela…

Preferiría dejar que Wolfram siguiera sin saber de su presencia antes que gastar energía tratando de mover la pelota.

Aidan era exigente al juzgar a las personas. Sin embargo, después de pasar solo una semana juntos, se encontró valorando a Lily Dienta en un nivel sorprendentemente alto.

El regalo de hoy había solidificado esa impresión.

No, tal vez era más exacto decir que Lily Dienta había cruzado alguna línea interna dentro de él.

Porque Lily Dienta nunca se molestaba en ocultar sus verdaderos sentimientos, él podía verla claramente.

Sus ojos grandes y redondos no tenían ni una pizca de mezquindad. Como una ardilla tratando de imitar a un toro, podía actuar torpemente feroz en un momento y distraerse con otra cosa al siguiente.

Aidan la encontraba fascinante, y esa fascinación pronto se convirtió en diversión y genuina alegría.

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