La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 141

—¿Quieres decir que la Emperatriz Navier será la Reina del Reino Occidental?

—Su Majestad… ¿La chantajeó?

—Disculpe. No quise insinuar que usted fuera una mala persona. Si no fue así, entonces ¿Por qué la etmperatriz querría convertirse en Reina?

—Parecía tener una razón, pero no pudo decir más porque nos separamos rápidamente.

Heinley cayó en un momento de reflexión silencioso.

—Quizás el Emperador Sovieshu está a punto de divorciarse de ella.

—Oh. Oh, por dios.

Los ojos de McKenna se agrandaron al comprender por completo que Navier y Heinley se casarían.

—Sorprendentemente, puede que le venga bien.

—¿Sorprendentemente?

—La Emperatriz Navier. Por lo general, sigue las reglas a la perfección.

Fuera cual fuera la circunstancia, era algo sin precedentes que una Emperatriz de un país propusiera al Rey de otro. McKenna no sabía si podía describirlo como una propuesta, pero…

—¿Lo hizo con sinceridad?

—No bromees con eso, McKenna.

—¿Y usted? ¿Aceptó de corazón?

—Por supuesto.

Heinley miró a McKenna como diciendo: 

—No preguntes algo tan obvio.

—Bueno, íbamos a empezar una guerra, usar a la señorita Rashta como escudo y tomar como rehén a la Emperatriz… pero esto ciertamente es mejor que el plan original. Aunque no será fácil, Su Majestad.

—Lo sé. Hay mucho por preparar.

Una sonrisa despreocupada cruzó el rostro de Heinley.

—Pero no puedo hacer de una Emperatriz una Reina.

Era una broma, pero no se comprendía fácilmente. McKenna parpadeó confundido, antes de que sus ojos se abrieran de golpe al comprender, y se pusiera de pie de un salto. Heinley no se refería a un Reino Occidental, sino a un Imperio Occidental.

—¡Su Majestad, quiere decir que…!

—Te espera mucho trabajo duro, McKenna.

Normalmente, McKenna se habría quejado con frustración, pero miró a Heinley con profunda felicidad y admiración.

La gente del Reino Occidental sentía una ligera inferioridad hacia el Imperio Oriental. Aunque la fuerza y capacidad de cada país era más o menos igual, el Oeste era tratado como un país de segunda categoría después de que sus fuerzas fueran derrotadas por el ejército de magos. Los países extranjeros seguían el ejemplo del Imperio Oriental y, aunque el Reino Occidental no era para nada un país débil, se lo trataba como tal. El descontento era inevitable.

Heinley sonrió a McKenna y le dio una palmada amistosa en la espalda.

—Vamos, iba a hacerlo de todos modos. ¿No recuerdas nuestra promesa?

—La recuerdo… pero… me siento feliz de verdad.

Heinley molestó a McKenna un poco más y luego sacó una carta.

—Entrega esto a la Emperatriz Navier.

McKenna soltó un resoplido entre quejas.

—Ahora que ha ocurrido esto, se intercambiarán más cartas. Mis pobres alas agotadas.

Sin embargo, McKenna seguía sonriendo.

—Lo siento. Pero a partir de ahora debemos tener cuidado, ya que el contenido de las cartas no es algo que deba intercambiarse de forma normal.

—Hablas como si antes no fuera así.

En un instante, McKenna se transformó. Mientras su ropa caía al suelo, un hermoso pájaro de plumas azules alzó el vuelo. Heinley ató la carta al tobillo del ave, acarició su cabeza y abrió la ventana.

Una parte del pecho de Heinley se hinchó de orgullo. Ese sentimiento lo acompañaba desde que vió a Navier en Wirwol. Aunque le entristecía que la Emperatriz no lo amara, se sentía lo suficientemente feliz como para cubrirlo todo con ello. Mientras tanto, McKenna, un ferviente opositor del amor de Heinley por Navier, inesperadamente dijo que ella era adecuada para él. Puede que hubiera un matiz de sarcasmo, pero Heinley no pudo evitar sonreír.

Llamaron a la puerta, y un secretario desde afuera pidió permiso para entrar. Heinley tocó la campanilla de la pared como señal, y el secretario entró.

—Su Majestad. Hay noticias del espía en el Imperio Oriental.

—¿Qué ocurre?

—El sucesor de la familia Troby intentó hacerle daño al bebé del Emperador, y fue posteriormente desterrado.

Heinley levantó las cejas, sorprendido. La Emperatriz Navier provenía de la familia Troby.

—¿El hermano de la Emperatriz fue desterrado?

—Sí. El Emperador Sovieshu envió caballeros para confirmar su partida.

Heinley se levantó de un salto.

—¿Dónde está ahora?

—Ya no parece tener ninguna relación con el Emperador Sovieshu, y el espía no eligió seguirlo.

Por supuesto, el espía no sabía del amor no correspondido de Heinley por la Emperatriz Navier, y por tanto no tenía una buena razón para seguir a Koshar.

—Encuentra al hermano de la Emperatriz y tráelo ante mí.

—Sí, Su Majestad.

Después de que el secretario se retirara, Heinley se sentó en una silla y cruzó las piernas. Como decía McKenna, la Emperatriz Navier era una seguidora estricta de las reglas y la convención, así que debía haber ocurrido algo serio para que acudiera a Heinley.

¿Tendrá algo que ver el destierro del hermano de la Reina con esto?

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Tan pronto como McKenna recibió la orden de entregar la carta de Heinley, voló al Imperio Oriental sin descansar un solo día. Ya había ido y venido varias veces, y conocía bien el camino hasta la habitación de la Emperatriz.

Cuando McKenna se acercó a la ventana, divisó un paño rojo colgando de ella. McKenna sintió un mal presentimiento por un instante, pero luego sonrió al recordar que el rojo era símbolo de buena fortuna en el Imperio Oriental.

¡Pensé que era fría. Tiene un lado encantador inesperado!

Debía haber colgado el paño como símbolo de su matrimonio con Heinley.

Quizás la Emperatriz Navier también siente algo por el Rey Heinley.

McKenna descendió en picada hacia la ventana, pero entonces un dolor punzante en su costado lo hizo jadear.

Cayó hacia abajo, abajo, abajo.

Traducido por: Valiz

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